miércoles, 22 de abril de 2020

Marta Sanz escribe sobre la escritura de Diarios.


Suelo usar estas columnas para comentar anuncios o facturas de la luz. Enfermedades. Así volverá a ser. Hoy, aprovechándome de la imprevisibilidad que hace visibles las alienaciones, para celebrar la semana de Sant Jordi, les regalo una rosa y Heridas abiertas (Wunderkammer), de Begoña Méndez. El ensayo trata de cuadernos secretos escritos por mujeres que se fragmentan para fundir después sus pedazos dentro de una silueta estereotipada o subversiva, líquida o mineral. Ser mujer y escribir un diario consiste en trazar una línea que va desde el dedo del pie hasta el occipucio. Es escribirse identificando, en esa construcción corporal, todos los cuerpos que están dentro de ti. Muchos textos comparten esta cualidad, autobiográfica y conversadora, con la escritura diarista. Yo jamás he escrito un diario, pero lo escribo todos los días: esta columna forma parte de él. Méndez se reconoce y nos reconoce, perfila la complejidad del nosotras, leyendo amorosamente los relatos del yo de Teresa Wilms Montt, Marga Gil Roësset, Alejandra Pizarnik o Mariana Eva Pérez, princesa montonera, que da con palabras inesperadas para narrar las desapariciones y logra que la herida no cierre en falso. Escribe Mariana Eva, desde su blog, proyecto de colectivización de la identidad: “Yo estoy viva, envejezco. No soy la foto de mi mamá”.

MARTA SANZ | Casa del Libro
El cuerpo de las mujeres como campo de batalla político en el amor, la familia, la maternidad, el arte, vertebra la indagación de Méndez: ella sabe que el cuerpo es escritura y la escritura cuerpo, y que, al escribir, nos encarnizamos como decía la hermosa Marguerite Duras. Algunas mujeres han pagado por ser bellísimas, andróginas, excéntricas. A todas, su inteligencia las convirtió en seres vulnerables y su contractura vital a veces las condujo a la autodestrucción: escritoras con una pulsión de muerte que revela el vitalismo intolerable de la mujer que aspira a ocupar un espacio en la vida pública, la política, la poesía... Enormes mujeres, achatadas por la presión social, a las que empequeñecieron a la fuerza. Su resistencia consistió en escribir diarios que funcionaron como talleres de escritura, pócimas contra la insania, lugares donde la realidad política se vincula con la transformación del cuerpo… Diarios que encierran paradojas. Diarios ratonera —instrumentos de control familiar leídos por madres, maridos o inquisidores— o diarios cizalla para romper alambradas: Teresa de Jesús escribe Libro de la vida porque “la observación crítica de los padres de la Iglesia le permitía (…) explicarse y conquistar la comprensión de los otros”.

La escritura autobiográfica, como conversación, recinto común y experiencia de libertad expresiva, entraña una pose, una manera de querer mostrarse, que puede ser más auténtica que cierta naturalidad insustancial. Veo a Idea Vilariño en el artificio de su desnudez y en la conciencia de que la retórica conforma realidad: “Todo lo que yo diga sentir que no esté apoyado por un poema puede no ser cierto”. En el honesto estilo que descansa en la conciencia de quienes leen encontramos una oscilante aproximación a la verdad. Escribir desde el yo es desamparo y búsqueda, también obscenidad política. Begoña Méndez es una excelente escritora que lee a estas artistas con todo el amor que ellas merecen.


MUJERES Y CINE (Fanzines)

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Fanzine Tóxicas: "La mujer en la industria del cine". 


Fuente:

martes, 21 de abril de 2020

Un comentario a favor de la indagación en tiempos de coronavirus, de Santiago Tandazo.

Quiero entender al mundo, quiero entender a las personas. A veces me lo dificultan.

Ayer descubrí por un vídeo que RPG es un arma. Para la mayoría, y para mí antes de saberlo, RPG tenía una vinculación con otra palabra: videojuegos.
Es decir las iniciales son las mismas, sin embargo en estos distintos contextos se ven implicadas otras cosas, significantes y significados.

RPG es una abreviación del ruso Ruchnoy Protivotankovy Granatomyot.
RPG es una abreviación del inglés: role-playing game.
Sin mi predisposición a la contextualización y aceptación de posibilidades, podría haberme cerrado y dicho: “Qué hablas, eres idiota, eso es un término de videojuegos…” cuando escuché el término en un contexto difuso. Tengo la costumbre de que si algo me hace ruido (en mi campo de referencia) lo busco e intento indagar con eso.  Este es un ejemplo sencillo de abrazar las posibilidades a partir de los datos.

Sin embargo, la realidad es mucho más compleja:
Vi esta imagen, producto de grupos anti-5g; se interroga sobre porqué una persona tiene un traje de “contención”. Antes de quedarme con lo que pretendía implicar la imagen: “Ah, entonces el 5G es radioctivo” o la posición de los grupos contrarios “Ah, esos pendejos, otras cosas también tienen radiación”, decidí investigar.

J.L. García Pacheco (@jlgarciapacheco) | Twitter

Di con una publicación, donde se citaba a Alberto Nájera, vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS):
“El traje que lleva la persona que aparece en la imagen que se está difundiendo no es antirradiación. Según señala el medio de verificación estadounidense Snopes, este traje podría tratarse de un protector "contra partículas y otros contaminantes", que no protegería contra la radiación. Este traje es similar al que la empresa Fisher Scientific anuncia en su web, en el que se especifica que se trata de un traje "contra partículas secas, microorganismos y líquidos no peligrosos". Además, según señala la Universidad de Córdoba, los trajes de protección contra radiación ionizante, tendrían que estar hechos con plomo, un material que no está presente en el tipo de traje que parece llevar la persona que aparece en la imagen. La foto no demuestra para qué llevaba el hombre el traje (fumigar o algún otro tipo de trabajo), pero como os decimos ese traje no es un traje antirradiación".
Para mí era una discusión zanjada. Pero poniéndome en los zapatos de quienes verían en esta respuesta un ataque a sus convicciones, pensé que las preguntas sobre estos sitios y afirmaciones se multiplicarían o directamente habría un ataque contra el que enuncia. Lo acusarían de “ser parte del sistema” por ser amable.  Quizá solo lograríamos al discutir un backfire effect.

Hoy en día hay personas focalizadas en hacer posible el cambio de mentalidad en sectores radicales, no me veo capaz por ahora de dicha orientación. Creo que mi responsabilidad reside en una inmunización informática de mi entorno; con amigos y familia. En aspirar que a veces, la primera respuesta que nos llega a la cabeza puede no ser la correcta, y que en la indagación podemos ampliar nuestro nivel de significación.


lunes, 20 de abril de 2020

David Lynch desde la cuarentena: Dune y sus proyectos personales.

¿Cómo te estás adaptando a la situación actual?
Muy bien. Me gusta el aislamiento(...). Es muy agradable y tengo tantos proyectos diferentes que puedo trabajar en solitario, así que no es un problema para mí.

¿Dónde imagina que irá la humanidad después de la crisis COVID-19?
No sé cómo se desarrollará, pero creo que la Madre Naturaleza está jugando un papel importante en lo que está sucediendo. Dicen por las imágenes satelitales que ven que las cosas están mucho más limpias en el mundo, porque las personas no están contaminando demasiado. Y en cierto modo es un mundo más tranquilo, pacífico, más limpio y más amigable. Creo que la gente saldrá de esto diferente de lo que entró. Hay muchas personas que quieren volver a trabajar ahora, y no creo que sea tan fácil. Creo que esto va a durar lo suficiente como para inculcar un cambio en las personas. Y creo que, por otro lado, será más espiritual, más amable, más amable, más atento el uno al otro, muy emocionante para los inventos y la cura de problemas. Y va a resultar ser un mundo realmente grandioso.

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Sobre lo que hace ahora:Me gusta, estoy experimentando con la música. Puedo experimentar con cualquier tipo de película que pueda hacer en la computadora. Y puedo trabajar en la carpintería y construir cosas. Puedo ir al estudio de pintura y pintar. No puedes trabajar en una película en este momento y creo que durante mucho tiempo, no podremos trabajar con un gran equipo en una forma normal de filmar.

Esta semana publicaron algunas fotos de la nueva adaptación de Dune para la pantalla grande de Denis Villeneuve. ¿Los has visto?
No tengo ningún interés en Dune. Porque fue un dolor de corazón para mí. Fue un fracaso y no tuve el corte final. He contado esta historia mil millones de veces. No es la película que quería hacer. Me gustan mucho ciertas partes, pero fue un fracaso total para mí.


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Sobre la televisión:
Realmente amo una historia continua, y la televisión por cable es la nueva casa de arte. Tienes total libertad. El sonido no es tan bueno como un gran teatro; la imagen no es tan grande, pero los televisores se hacen cada vez más grandes y mejores y mejores, así que hay esperanza. Y luego tienes la oportunidad de una historia continua, así que es la nueva casa de arte, pienso.



domingo, 19 de abril de 2020

Filósofos (y otros intelectuales) toman la palabra sobre el Covid-19. PARTE 3.

1. ¡Pandemia! El COVID-19 sacude al mundo - Slavoj Zizek (2020)

leerencasa hashtag on Twitter

DESCARGA PDF EN ESPAÑOL:
https://drive.google.com/open?id=1kizrkkpecTx_Rc6vked5ojw-yomEkARR

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2. Después de Sopa Wuhan, ASPO presenta su segundo libro:
La Fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia.
La imagen puede contener: texto que dice "LA DE PANDEMIAS PENSAMIENTO ONTEMPORANEO TIEMPOS FIEBRE Maristella Svampa Mónica Cragnolini Silvia Ribeiro Marina Aizen María Pía López Esteban Rodriguez Alzueta Rafael Spregelburd Ariel Petruccelli Federico Mare Lala Pasquinelli Bárbara Bilbao Candelaria Botto Fernando Menéndez ejandro Kaufman Lucas Méndez Giorgio Agamben"
Este  segundo libro reúne autores y autoras que piensan tanto a partir de diversos campos disciplinares (la filosofía, la sociología, la historia, la comunicación y la psicología, el arte, la economía, la educación y la ecología), como desde el feminismo y distintos movimientos sociales.

Descargar:
https://drive.google.com/file/d/1k-YzHu9LgPajOuqz8WS5XKjfbj-EqAvM/view


Capitalismo y Pandemia, 16 ensayos


16 ensayos publicados entre el 21 de marzo y el 16 de abril de 2020, (No incluidos en la "Sopa de Wuhan").

YÁSNAYA ELENA AGUILAR •
JORGE RIECHMANN •
EMANUELE COCCIA •
FRANCO "BIFO" BERARDI •
RODRIGO KARMY BOLTON •
ARUNDHATI ROY •
ALEJANDRA CASTILLO •
FERNANDO SAVATER •
AMELIA VALCÁRCEL •
FABIO SELEME •
ENRIQUE DUSSEL •
MAURIZIO LAZZARATO •
NAOMI KLEIN •

sábado, 18 de abril de 2020

Cortos sobre Internet.

1. Take This Lollipop, de Jason Zada.

 Take This Lollipop - Wikipedia

Take This Lollipop es un cortometraje de terror interactivo de 2011 y una aplicación de Facebook fue escrita y dirigida por Jason Zada . Utilizaba la aplicación Facebook Connect para atraer a los propios espectadores a la película, mediante el uso de imágenes y mensajes de sus perfiles de Facebook. Fue descontinuada en 2018, las actualizaciones de facebook ya no permitían el efecto original, según dijo Zada en la red social.

El título se deriva de la canción de 1963 " Please Little Girl Take This Lollipop ", escrita e interpretada por el cantante y compositor Bobby Jameson , que se utiliza en el corto.

Info: Wikipedia y Zada.

2. Anónimo (2019). Nahum R. Maya. 

La imagen puede contener: una persona, texto



Sinopsis:
Nominado a mejor cortometraje juvenil Televisa en el Festival de cine Smartfilms hecho con celulares, Leslie (Yue Colin García) es una chica que se enamora de una persona en Internet, está haciendo un documental sobre esta persona y tendrá que descubrir quien es en realidad.



Dirigida y Escrita: Nahum R. Maya.

Dice el director que "En ciertas cosas me base en
Eight Grade pero como tal me base más en películas como: Catfish,
Megan is Missing y
Poughkeepsi Tapes".

sábado, 11 de abril de 2020

Cuentos Completos, de Anton Chéjov (Pdf/ otros)

Los Cuentos completos de Chéjov en Détour - Editorial Páginas de ...

Páginas de Espuma:
Pese a la abundancia de traducciones y antologías de los relatos de Antón Chéjov, que en muchas ocasiones repiten títulos y selecciones similares, el lector español no tiene la oportunidad de acudir a su obra completa, perdiendo así la oportunidad de leer un gran número de cuentos que permanecen sin publicar en nuestra lengua y, sobre todo, poder considerar el desarrollo de toda la obra del escritor, sus diferentes periodos, la progresión de su escritura, dando una visión completa y ceñida a la realidad de su figura.

DescargaR:


viernes, 10 de abril de 2020

"Y hacer que dure y dejarle espacio", de María Fernanda ampuero (desde la cuarentena)

"El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. Italo Calvino, en Las ciudades invisibles.

La imagen puede contener: una personaEl vídeo dura unos diez segundos. En él se ve un patio de suelo arenoso lleno de cachivaches y ropa de colores tendida al sol. Hay un cielo azulísimo, casi irreal. Al fondo, una mujer mayor con velo negro, ¿separa granos?, ¿cose? En primer plano un hombre de piel de caramelo sonríe. Se sube —es un decir— en una vieja bicicleta infantil e intenta pedalear, recorrer el patio. La mujer dice algo en árabe que seguro es lo mismo que diría cualquier mujer en castellano, japonés o finlandés: “Te vas a caer por andar haciendo el tonto”. Él insiste con la bicicletita, muerto de la risa. Un número de circo pobre, una ridiculez. Ella niega con la cabeza, pero también ríe. Tal vez recuerda cuando ese hombronazo era un niñito y la bicicleta y él eran una sola cosa veloz. Tal vez nada más disfruta el goce de ver a un adulto hacer una travesura. O sea, algo estúpido e inocente. O sea, siendo niño otra vez. El hombronazo se llama Issam y los últimos veinticinco años de su vida los ha pasado increíblemente lejos de ese patio, esa mujer y esa bicicleta. Ha vuelto poco. Quizá una vez al año, seguramente menos. De todos los lugares del planeta, la cuarentena lo pilló allí, en su diminuto pueblo marroquí, la línea de partida. Él, que daba la vuelta al mundo en aviones gigantescos, estos días da la vuelta a un patiecito subido a la bicicleta que le quedó chica hace miles de años. Su madre lo mira. Sobre ellos un cielo azul que no se puede describir con palabras.

Veo el vídeo de Issam una vez al día cuando la ansiedad me asfixia y el silencio ensordece y la soledad, como decía el poeta, es tan concurrida que puedo organizarla como una procesión. Lo veo cuando la pena por los muertos de mi tierra, Guayaquil, está a punto de matarme a mí también: muertos en las calles, muertos cercanos, muertos que se ahogaron porque no había un respirador porque se robaron la plata para los respiradores, muertos que no alcanzamos a llorar, muertos que podrían ser mi mamá. El infierno de los vivos es contar todos esos muertos y no poder hacer nada más. El infierno de los vivos es ver morir todo lo que amamos.


El vídeo de Issam en su bicicletita es mi no-infierno. Encuentren el suyo. Y hagan que dure. Y déjenle espacio. Y compártanlo con nosotros, por favor.

jueves, 9 de abril de 2020

Diferentes escritores ecuatorianos hablan de su cuarentena. PARTE 4 (Diario La Hora).

Cristian Avecillas: “El apocalipsis se ha ensañado con Guayaquil”.
Este apocalíptico momento que está atravesando nuestro planeta se ha ensañado con Guayaquil. En la calle donde vivo, murieron Hermán y Carlo. En la calle de atrás, murieron Víctor y Juana. Y en el parque, Byron; y más allá, Fabricio. El amigo de mi padre falleció hace una hora. En mi entorno de conocidos, tengo que hacer el recuento, que es algo macabro y frío. Son 15 personas las que ya no volveré a ver.

En la publicación en redes sociales que hice hace unos días narré el Guayaquil de mis pavores. Recién ahora puedo escribir algo porque desde hace cinco horas no tengo más muertos. A lo largo de este día: Juan está llorando a su madre; Webster, a su hermana; Jorge, a su primo James. La calamidad en Guayaquil es innombrable: el cielo cubierto de aves carroñeras, los barrios llenos de insepultos, las farmacias desabastecidas, los precios desorbitados. Eso en la ciudad. Pero hacia adentro, en los hogares, la calamidad es hecatombe; por ejemplo, Juan, mi querido amigo Juan, poeta, ciego, líder, tiene "en el cuarto de atrás" al cuerpo de su madre, Angery, desde hace tres días, cubierta de hielo y con dos ventiladores a toda potencia para intentar paliar la putrefacción, esperando, esperando; hoy me dijo: "nicho ya tenemos y por fin conseguimos todos los documentos, pero ya no hay ataúdes, ya no hay ataúdes". Mañana podrá enterrarla. Un ebanista venezolano rompió el sofá de su casa y con él construirá una caja donde mi amigo Juan pueda enterrar a su madre.

Hacia adentro, en los hogares, la calamidad es la brutal ira de dios; por ejemplo Zoila –sola en casa, diabética, sencilla–, todos los días se levanta de sus lágrimas para buscar a su padre, Armengol López, y llega hasta las puertas del hospital Abel Gilbert y pregunta, llora, grita, reclama, ruega, y no le dicen nada. Hace un mes, el 3 de marzo, lo llevó para hacerle una tomografía, fue atendido por la doctora Jaramillo, y sufrió un derrame. Entonces se desató la crisis y él se quedó allí adentro y se supone que está allí adentro porque adentro se quedó, se supone, en el tercer piso, se supone, porque allí lo dejó Zoila cuando se fue a casa para dormir algo, hace un mes. Cuando volvió al día siguiente, ya no le permitieron entrar y desde entonces ya no sabe nada, no le dicen si está vivo o si está muerto. Los guardias no le permiten entrar. Con razón, pero atentando contra el mínimo derecho de saber si su padre aún está vivo, allá adentro, o si ya murió y está amontonado en un contenedor encima y debajo de otros cuerpos.

¡Oh sí! La ira de dios sobre los hogares destruidos en una ciudad desbordada. Mi tío Kiko me decía el otro día en una llamada virtual: "de los compañeros universitarios de mi promoción de doctores ya han fallecido quince, sólo de mi promoción ya han muerto quince, Cristian. Quince". Normalmente las catástrofes nos permiten un espacio para el heroísmo, pero ésta no: ésta está arrasando con todos, y los héroes, los doctores, uno a uno van falleciendo. Por ejemplo Nino, el doctor de cabecera de la familia, ya falleció.

Normalmente las autoridades civiles han logrado más o menos encaminarnos, ya sea hacia la realización de sus intereses personales o hacia la realización de nuestros intereses públicos, pero esta vez parece que no hay camino y por ende las autoridades de la ciudad y del país solo parecen decir: "la humanidad va a superar esta pandemia, pero lo hará sin nosotros". Lo más paradójico es que Guayaquil debería celebrar en octubre de este año el bicentenario de su Independencia. Sin embargo, los guayaquileños que sobrevivan estarán tan agotados de llorar a sus muertos que ya nadie recordará la libertad que nos confirió el poeta Olmedo, porque cuando todo se trata de vida o muerte ya no hay idealismo posible, no hay poesía posible, salvo sobrevivir. Si queda algún guayaquileño, quizás el próximo año no festeje el 201 aniversario de la Independencia de la urbe, sino el Primer aniversario de haber sobrevivido a esta pandemia, tan ensañada, tan crudelísima, tan mortal sobre "La perla", el "Guayaquil de mis amores".

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Solange Rodríguez: “Padre, qué afortunada soy que te hayas muerto hace un año”.

Padre, moriste en junio pasado luego de cinco años de soportar el deterioro de una enfermedad que te dejó sereno y quieto. No pudiste presenciar cómo ya no habría un ritual sosegado para la muerte. Y tu despedida, ese entonces, tuvo flores, abrazos, el preciso tiempo de contemplación y ceremonia. Ahora, en Guayaquil nada de eso es posible, padre amado, porque la civilización perdió toda lógica, toda su dignidad y raciocinio. No hubiera podido tolerarlo. Hubiera gritado y golpeado. No hubiera podido dejarte ir sin besar tus manos hermosas y sin saber qué sería de ti o si llegarías a estar salvo.
Padre, qué afortunada soy que te hayas muerto hace un año y yo no haya tenido que identificar tu cuerpo de entre una pila de fundas oscuras sin nombre, removiendo etiquetas para ver si te encontraba. Qué bueno que nadie te extravió. Qué suerte he tenido de no haber visto cómo tu cuerpo, tu amado cuerpo que amaba la belleza, empezaba a descomponerse ante mis ojos. Hubiera tenido que cubrirte con una sábana de cuadros para no verte o sacarte avergonzada de la casa. Qué bendecida soy, padre, por no colocarte en un frágil ataúd de cartón por el que deba dar las gracias o de que seas cenizas, como jamás quisiste. Qué suerte haberte perdido antes, porque no hubiera sabido explicar por qué comemos fideos todos los días o por qué salgo ataviada, a nuestro sol nuclear, con esos lentes de soldadora, los guantes y la capucha. Padre querido, tal vez nos hubiéramos reído mucho, pero lo más probable es que lloráramos conmovidos, mirando los ciervos que ahora pasean tranquilos por las ciudades. Padre mío, el horror hubiera sido intolerable, porque no hubiera sabido qué decirte, como si fueras un niño pequeño expectante, qué le ha pasado al mundo previsible en el que confiabas. Gracias, padre de mi sangre, por irte antes de este tiempo y no expirar en esta tierra incomprensible.

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Marcela Noriega: “El mundo no podía seguir como estaba”
Hace un año y medio me mudé a Guayaquil junto a mi pareja, Mauro, después de vivir tres años en la montaña (Vilcabamba) y un año en la playa (Puerto López). Esos años en la Naturaleza nos permitieron adentrarnos en otra manera de pensar, sentir y vivir. Comíamos de nuestro propio huerto y nos hicimos vegetarianos. Cambiamos hábitos de consumo y formas de divertirnos. Por eso la cuarentena no nos impacta. Hemos creado juntos seis libros, así como otros productos y servicios. 
Vivo alejada de las distracciones del mundo. No recuerdo la última vez que fui al cine, a un bar o a un concierto. Nunca he visto Netflix, no sigo series, juegos ni veo televisión. Un mes antes de la cuarentena, empecé a hacer ejercicios diarios de respiración (técnica de Wim Hof) para fortalecer los pulmones y el sistema inmune.
Mi compañero empezó, “por evitar contagios de cualquier cosa”, a salir a la calle con mascarilla cuando nadie más lo hacía. Lo miraban raro. Lo cierto es que sentíamos cómo cada día aumentaba la densidad de la energía en la calle, tanto que cuando salíamos, nos sentíamos tan agotados que debíamos dormir algunas horas para recuperar las fuerzas. Algo oscuro palpitaba en el ambiente. Yo sentía la muerte en las calles, y en las últimas semanas nos recluimos aún más. Vimos cómo el evento se iba acercando, hasta que nos rodeó a todos.

Económicamente, nos ha ido mejor que antes. Sabíamos que el sistema financiero basado en billetes podía derrumbarse, así que alrededor del 70% de mis ingresos por los talleres de escritura que hice los últimos meses, los invertí en comprar oro, y en traer de Alemania una máquina para producir oro coloidal, una tecnología que mi compañero conoce. Él ya hacía plata coloidal (antiviral), así que desde el inicio de la emergencia sanitaria las ventas nos aumentaron. Además, una semana antes de la cuarentena, una persona en Suiza, con quien habíamos hablado para hacer un libro, nos hizo un giro como adelanto. Sentí eso como una señal de que algo grande pasaría. La otra señal fue que durante todo un día, en nuestra ventana se posó una mariposa café. La mariposa vino a decirnos que la transformación estaba cerca. Al día siguiente, se declaró el toque de queda.  
Vivo de cerca el proceso del despertar espiritual de la humanidad, y he estado trabajando en esto desde 2013, cuando viví mi propio despertar, y empecé a hacer Talleres de Introspección. En los últimos años mi mayor trabajo ha consistido (además de hacer libros) en ofrecer un acompañamiento espiritual a personas que lo requieren, ya sea en talleres o en sesiones individuales.
Éste es un período en el que veremos muchas muertes en todo el mundo. Pero la muerte no la decide un hecho fortuito ni un virus, es una decisión individual tomada de antemano por el alma. Sin muerte o sin transformación no hay evolución. Sé que a la mayoría le cuesta –vivir en cuarentena–, pero también sé que el mundo no podía seguir como estaba.


Diferentes escritores ecuatorianos hablan de su cuarentena. PARTE 3.

Tatiana Landín: “El funeral de mi abuelo fue una despedida sin abrazos”

Son días extraños. Mi familia y yo estamos pasando por el duelo de mi abuelo y te digo... que aún no sé cómo asimilarlo. Es como estar suspendida en el tiempo, una irrealidad. Mi abuelo no murió de COVID-19, pero su muerte nos hizo sentir lo que es vivir el efecto de esa enfermedad. Ya te imaginas: una despedida sin abrazos, sin cercanía. Esto fue hace dos semanas.
Mi vida cotidiana se mueve entre las tareas de la maestría que me obligan a cuestionarme ¿para qué?, es como que se ha instalado un nuevo sentido. Yo estoy aislada de mi familia y vivo sola con mi perro. Aunque parezca paradójico mi única salida fue para asistir al funeral de mi abuelo.
Mi vida cotidiana está llena de labores de autocuidado, de estar cerca de mi familia a través de mensajes, videollamadas y de estar pendiente de la información que circula en medios no oficiales. Trato de mantener la serenidad y paciencia, pero con el dolor-miedo de las muertes anónimas, de cómo se precariza la vida y la dignidad humana.

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Diego Zaldumbide: “Un escritor no le teme al silencio”

Escritores narran al Guayaquil del covid-19 - Pie de PáginaSi bien es cierto un escritor disfruta hasta cierto punto un grado de soledad mayor que otros, incluso hasta es capaz de aislarse, casi que obligarse a escuchar su voz interna. Un escritor no le teme al silencio. Y de igual manera, escucha la bulla. En ese sentido, no he sentido tanto el paso de los días. Pero en cuanto a la cotidianidad, he intentado no contaminarme con noticias. Estoy informado. Trato de leer nuevos estudios, las cadenas (nacionales), entrevistas a políticos. Selecciono las noticias que consumo. Me involucro más en los quehaceres de la casa. Soy yo el que, compartiendo techo con mi familia, voy por las compras. Tengo precauciones.
Mis padres son dos personas con discapacidad. Mi mamá sufre de artritis reumatoide y toma medicamentos que deprimen el sistema inmunológico. Y mi papá tuvo una operación hace unos meses atrás. Mi papá sufre de ansiedad. 
Retomé el Tai-chi que, acaso por mis raíces, me llama y me cura. Me ducho. Hago trabajo del colegio. Boletines. Superviso relaciones públicas. Hago diseño gráfico. Me pego un tabaquito. Descanso. Revaloricé el hecho de sentarme a comer con mi familia. Fue en esta cuarentena que vimos por primera vez una película en familia. Perfume de mujer con la actuación de Al Pacino.
Estoy leyendo Inteligencia emocional de Daniel Goldman y un libro de 300 poemas de la Dinastía Tang que compré en México. No he escrito nada. Es un momento de introspección. Se está consumiendo más arte. Algunos escritores y pensadores guayacos han respondido a los ataques en contra de esta ciudad. Estamos aguantando, luchando, pero sobre todo consciente.

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Andrés Emilio León: “Esperando que todo crezca”
Sonia inventa juguetes hechos con material reciclado, e improvisa un papelógrafo para que Matías se siente y pinte. Se divierten y ríen mucho, mientras aprovecho para trabajar; pero luego es mi turno, y mientras Sonia trabaja, yo me siento con Matías frente al teclado MIDI para jugar con las melodías, y juntos, vamos probando una a una, cuál quedaría mejor para una canción. Todo se graba: lo que él toca con sus deditos y lo que yo improviso con los míos. Esos audios sirven de base para en las noches sumarle guitarras, bajos e intentos de voces que luego son enviadas como borradores a mis hermanos musicales de la vida, esperando que todo crezca.
Pero hoy… no podremos grabar mucho, ya que a las 19 horas tenemos una sorpresa, por lo que cuando Sonia nos alcanza en el comedor, se encuentra a 23 personas en una videoconferencia que están listas para cantarle el feliz cumpleaños. Todo es un maravilloso desastre en el que se mezclan los audios, pero también las emociones y Sonia conversa con sus amistades más cercanas que están muy presentes y pendientes en aquel cumpleaños a distancia.
Antes de soplar las velas Sonia cierra los ojos y pide un deseo. Se toma su tiempo, y hasta parece que la imagen se ha congelado por alguna mala conexión del Internet. Ella de seguro pide lo mismo que todos hoy por hoy en Guayaquil… y en el mundo.
Sonia se queda con sus invitados virtuales conversando y yo me llevo a Matías para jugar un poco con el balón. Patea durísimo nuestro hijo. Y mientras sonríe, lo imagino --en cámara lenta- jugando su primer partido en la escuela, gambeteando el pasado y mirando fijo el futuro.

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Cecilia VelascoMaría Cecilia Velasco: “Ruego por que dejen de sonar las ambulancias”

No he entrado últimamente en FB. Sé que hay malas noticias que lamento enormemente y que provienen de Guayaquil, la ciudad donde vivo desde hace dos años. Hoy debí salir por una gestión inaplazable sintiendo que caminaba sobre una zona minada. Al pasar junto a uno de aquellos que aún quedan cuidando los pocos autos estacionados, me saludó con un "Que Dios la bendiga", y él y yo nos sonreímos a través de las mascarillas.

Fui por alcohol y guantes a la farmacia de la esquina, diagonal a la Biblioteca de las Artes, y la mujer que solía venderme agua en los buenos recientes tiempos me preguntó si estaba bien.
He recordado que justo antes de venirme acá, en Quito, un connotado escritor me dijo que era yo la única persona en el mundo que declaraba que le gustaba Guayaquil. Y creo que mucho de lo que siente cierta intelectualidad quiteña se expresaba en el asombro de él. Y sí, aun con su ruido y su desorden, esta ciudad me gusta. Tal vez desde la infancia, con los cuentos de mi abuela y su vida breve en el puerto, y luego en algún viaje, cuando Margarita me hizo ver las iguanas en el parque.

A tanta gente generosa y noble he conocido en Guayaquil, que no me alcanza la gratitud. Deploro los ataques regionalistas y los estigmas contra los habitantes emprendedores de este puerto abierto y delirante, lugar de origen de pensamiento, literatura, pintura, escultura, además de tantas otras profesiones y oficios.

Echo tan de menos a los voceadores de agua, tal vez no la mejor agua del mundo, pero bendita para auxiliar a los caminantes sufrientes en el calor húmedo intenso de Guayaquil.
Con toda la fe de la que soy capaz, ruego por que dejen de sonar las ambulancias, cese el reino de la muerte, los enfermos sanen, los agonizantes se recuperen, vuelvan los imperfectos y heridos a la vida. Por lo que he leído, sí hay señales de recuperación que dan aliento. Subí a la terraza y capté estas imágenes ayer. Este país tan pequeño tiene que reencontrarse a través de una ciudadanía que frene a los corruptos. Debemos empezar de nuevo una vida más fraterna.

Diferentes escritores ecuatorianos hablan de su cuarentena. PARTE 2.

Jéssica Zambrano: “Guayaquil ahora es más pequeña”


La ciudad a la que he acostumbrado recorrer en bicicleta, la que me parecía un pañuelo, la que me indignaba con sus largas colas de autos y que me alegraba rebasar de un tirón ahora es más pequeña. El pañuelo se ha doblado más y lo veo desde la ventana, con gente que intenta protegerse, abastecerse y al mismo tiempo sobrevivir. Los mendigos que campean en las veredas se ocultan más temprano y la pobreza que hemos invisibilizado –aún en las zonas más turísticas de la ciudad– ahora aparece en las noticias con la sentencia de muerte. La ciudad de las piletas, de la rueda moscovita, de las esculturas de bronce con personajes “caricaturescos”, de rejas que prohíben informales, necesitaba verse a sí misma, sin fantasías y duele. Duele sentirse tan cercano a la realidad y tan atado de manos. Duele ver por la ventana lo que podíamos predecir en nuestro paso. 

*

Carlos Luis Ortiz: “Guayaquil está huérfano de autoridades”
Carlos Luis Ortiz: 'La poesía carece de edad' | Cultura | Vida y ...La cuarentena me sorprendió en Quito, de visita a mi hija. Mi domicilio y familia están en Guayaquil. Mi mamá es una persona que pasa los 70 años. Tiene una boutique en el centro de la ciudad. Le cuesta mucho sobrellevar la inamovilidad. Acostumbrada a moverse de un lado a otro por la actividad económica. Ella viaja con frecuencia a Alausí donde está la casa de mis abuelos que también tienen un almacén. Inactivos, se sienten relegados. 

Su día a día es ahora vivir dentro del departamento, ordenar la casa y jugar con mi hermana. Al lado vive mi hermano mayor y se ayudan a hacer las compras (cubierto hasta la cabeza) cumpliendo las medidas impuestas por el gobierno. El tema está alterado en el centro de Guayaquil, donde prolifera sobre todo la indigencia. Caminas por 9 de Octubre o Boyacá, y hay indigentes. Muchos de estos indigentes son adolescentes que consumen H. Las autoridades municipales no les han prestado la atención debida. Ellos siguen viviendo en los portales. Están propensos de contagiarse de COVID-19. 

De lo que ves en la televisión, muchas cosas son reales y otras son sobredimensionadas. Lo real es que hay muertos. Lo real es que hay cadáveres en las calles por la falta de abastecimiento en los centros de salud. Guayaquil está huérfano de autoridades. La gente está haciendo lo que puede. 

Guayaquil es una ciudad dividida por clases sociales. Es visible sólo un 50 por ciento. La ciudad es un puerto donde hay intercambio comercial desde antes de la República, y su trabajo es libérrimo. El trabajo asalariado empieza en Guayaquil. La gente sale a las calles a trabajar y es el que vemos. Pero el Guayaquil al que no todos tenemos acceso: el Guayaquil marginal, el Guayaquil de los bordes, el de los cinturones de pobreza de donde salen los trabajadores que vienen a trabajar al centro de la ciudad.  Tres o cuatro amigos de padre han muerto por COVID-19. A veces pienso que no volveré a ver a mis padres. ¿Cuánto tiempo pasará? Hablo con ellos todos los días.  

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Nelson Bodero: “Aquí necesitamos ayuda humanitaria”
Al parecer lo peor que puedes hacer al presentar el último pero más grave síntoma: la falta de respiración, es internarse en un hospital (centro de contagios) en Guayaquil, ya que de allí en adelante no se sabrá más del enfermo y la familia entra en un estado de angustia y desesperación. Hay videos de decesos en la calle y calamidad de familiares con decesos en su casa o en su barrio. Hay otros videos de gente que ha presentado estos síntomas pero se han curado en casa, sea de Covid-19, de dengue o chikunguña, enfermedades que coinciden en síntomas. ¿Cómo? Con nebulizaciones de hojas de eucalipto. Ya es tarde para exigir un sistema sanitario y de salud, está colapsado. Debemos atender a nuestros enfermos en casa y mejorar el sistema inmunológico. Y no olvidar, ojo, que esto sea una lección acerca de la clase política que nos rodea (sobre todo en Guayaquil) y formar una conciencia crítica. Aquí necesitamos ayuda humanitaria hace rato. Reportando desde la Lombardía de América.

Diferentes escritores ecuatorianos hablan de su cuarentena. PARTE 1.

Por Gabriela Ruiz. / @GabyRuizMx

Metrovía, ATM y la Agencia de Regulación y Control de la ...En entrevista, varios escritores guayaquileños y residentes del Puerto Principal de Ecuador, narran en primera voz (VER LINK) cómo enfrentan la epidemia que ha sumido en la tristeza a la segunda comunidad más poblada del país. ¿Es verdad que sus familiares y amigos están muriendo en hospitales y casas? Comparten su vida cotidiana en estos fragmentos de relatos y audios como signo de resistencia ante discursos que estigmatizan a Guayaquil como una infame desobediente.

Narradores, poetas, periodistas, artistas audiovisuales, músicos. Les preguntamos cómo se impone la vida frente a la muerte. Las fotografías y audios de este texto se registraron por los autores en el toque de queda que se declaró en Ecuador desde el 17 de marzo de 2020. 

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María Paulina Briones: “El olor putrefacto del Estero y el ruido”

Hice una fila de dos horas en el supermercado. Debían ser 500 personas delante de mí. Nos rociaron con algún desinfectante. Además, gel. Dentro, silencio. Nadie le habla a nadie. ¿Legumbres? Se desabastecen rápidamente. Un anciano se coló en la fila. Un pan y dos jugos. Pagó. Se quedó sentado en un banco mirando a quienes seguían pagando.

Hoy murió la cardióloga Peggy Freire. La semana pasada murió mi tío, médico y profesor de la universidad. Conozco gente que está confinada porque estuvo enferma. Otra gente no tiene mayores síntomas. Otras se ponen mal muy rápido. Esta mañana pasé por la farmacia. Llegó la azitromicina. La fila era una eternidad.

Cuando vi el noticiero del mediodía y escuché que recuperaron 400 cuerpos, y 50 cuerpos más este día, fue algo devastador. En La Colectiva, emprendimiento de asociación de editoriales y librerías, decidimos devolver las cuotas. Las editoriales grandes liberaron contenido y es positivo, pero para las pequeñas editoriales es un factor que nos destruye. Las entregas a domicilio bajaron. Los libros no están en las prioridades de la gente. Temen que los libros estén contaminados.

En Guayaquil, he estado marcada por el olor putrefacto del Estero y por el ruido. Es parte de mi infancia. Es una paradoja que ese sea el olor que ahora despiden los cuerpos en las casas, el de la putrefacción. Y que el silencio sea tan poderoso o se haya impuesto para dar paso a un único ruido: las sirenas de las ambulancias. Guayaquil ha sido azotada una vez más por la epidemia y todo lo que ella trae y desnuda: la inequidad, el miedo, el abandono. Todo esto con la profunda solidaridad que nos caracteriza. Con cadenas de personas ayudándose. Esta ciudad es muchas cosas pero es nuestra ciudad. Ha sido terrible sentir el rechazo de otras regiones y escuchar el estigma que ha caído sobre ella.

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César Eduardo Galarza: “Las noticias de mi madre y un dolor en la garganta”

POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor ...Hace un par de años tuve bronquitis alérgica y, además, padezco desde hace cinco años psoriasis. Mis defensas siempre están disparadas. Solía fumar además. La primera semana de cuarentena presenté síntomas de influenza: fiebre leve, molestias en la garganta, dolor muscular en las piernas y mucho cansancio. Realicé gárgaras con limón y sal, tomé paracetamol y dormí mucho esa primera semana.

Evito los carnavales. El fin de semana anterior al inicio de la cuarentena me sorprendió un aguacero en la calle. Empecé a tener molestias con los bronquios, además de tos y flema. Hacia el fin de semana me recuperé bastante y pude acompañar a mamá a realizar compras.

En la puerta del mercado dejaban entrar en grupo de 10 personas una vez que otras diez hubieran salido con sus compras. Ya adentro, las distancias y las precauciones pasaron a segundo plano. Todos llevábamos una prisa mal disimulada, de esa que obnubila y hace que te quedes sin adquirir algunas de la cosas que habías pensado. El personal se esforzaba por mantener los manubrios de los carritos desinfectados, las perchas llenas, las verduras frescas. Las y los cajeros, en contra de lo usual, estaban abiertos a conversar y comentar las vivencias del día.

Durante las noches experimentaba picos de bienestar de pocas horas. El sueño me llega pasada la medianoche. No temí lo peor pero sí tuve una ligera melancolía que me hizo pensar en mi pasado reciente y en algunas personas. Tengo dos hijas de 19 y 17 años. Están pasando la cuarentena junto a su madre, y una sobrina mía. No me he comunicado mucho con ellas pero trato de conversar con mi ex esposa todos lo días, para estar al tanto y apoyarnos. Ella vino al día siguiente a visitarme trayendo consigo un nebulizador y una medicina expectorante.

Anoche circularon dos vídeos, que hoy censuraron en las redes sociales, en donde se ven decenas de cadáveres, en el piso, en pasillos, en camas, camillas, bodegas, cuerpos empaquetados. El hermano mellizo de mi madre había sido diagnosticado de dengue (la otra pandemia de esta ciudad) y ahora es paciente de Covid-19.

Las noticias que recibe mi madre confirman todo lo que hemos visto en redes sociales sobre el colapso en los centros hospitalarios: médicos trabajando a presión, espacios abarrotados, falta de insumos, capacidad de acción rebasada. Y mucho dolor e incertidumbre.

Mi tío falleció. Acaban de llamar a mi mami. ¿Puedes creer que alguien en el hospital les pide 600 dólares para los papeles? El cuerpo de mi tío será procesado y será trasladado por el municipio hacia un camposanto. Sus allegados deben ir mañana con un papel que les entregará el IESS para tramitar la partida de defunción. No les costará nada. Dicen que después de 20 días darán la información de en dónde le sepultarán.


Otros escritores que escriben en cuarentena:

En Portugal:
Gonçalo Tavares lo hace a diario en las páginas de Expresso 

La entrada #14 aquí en español:

en Francia:
Leila Slimani hace lo propio en las de Le Monde 
Marie Darrieussecq en las de Le Point.

la sección de Sociedad de EL PAÍS publica a diario una crónica de autor sobre el confinamiento -de Soledad Puértolas a Luis Landero pasando por María Fernanda Ampuero- además de la serie Vieja, amortizada y en casa, de Maruja Torres.

Mientras, la sección de Cultura aloja la berlanguiana novela por entregas de Antonio Orejudo

En Babelia, por su parte, pueden leerse las reflexiones de, entre otros, Richard Ford, Yan Lianke, Antonio Muñoz Molina o Siri Hustvedt.


Fuente:

Bret Easton Ellis habla de la correción política, la izquierda, la libertad de expresión

¿Y podría publicarse hoy en día, en estos tiempos de corrección política que tanto crítica? 

[Ríe a carcajadas] Por supuesto que no, no se habría publicado nunca. Pero debes recordar que en 1991 fue censurada. Simon & Schuster la rechazó por su misoginia y fue publicada por Random House. Lo divertido es que los censores siempre surgen de la izquierda, nunca de la derecha. Y es algo que no puedo entender. No entiendo en qué momento la izquierda decidió convertirse en el malo de la película y en la policía de la cultura. Ha sido algo absolutamente devastador y desastroso. Pienso mucho en Hollywood: ¿cómo puedes ser tan demócrata y estar tan a favor de una agenda progresista cuando estás constantemente constreñido por lo que puedes decir o lo que no puedes decir? Es realmente deprimente.

Christian Bale taille poids muscles mensurations | Physique de rêveBlanco es, en parte, una crónica de lo que usted considera como una castrante corrección política progresista. ¿Cómo ha evolucionado? 

Ahora vivimos algo terrible, un tipo de censura muy diferente a la de los noventa. Cuando publiqué American psycho, las feministas de The New York Times fueron a por mí. Es muy duro ser un joven escritor y que publiquen hasta 13 artículos intentado acabar con tu carrera, pero aun así se publicó. No se podían emitir los vídeos de Madonna hasta pasada medianoche por su contenido erótico: pero a esa hora los veías. Los discos de hip hop recibían denuncia tras denuncia y las portadas tenían advertencias sobre su contenido, pero los podías comprar. Las exposiciones de Robert Mapplethorpe eran boicoteadas, pero podían visitarse… Lo que entonces era solo un síntoma, ahora es un movimiento real: hay una generación de chicos que se han educado en esta forma de censura, que la han aprendido en la Universidad: políticas identitarias, apropiación cultural, interseccionalidad… La “representación” se ha convertido en lo que marca qué es bueno y qué es malo. Todo eso es la antítesis de la creación. Por eso vivimos tiempos tan peligrosos. Es un problema gigantesco para la expresión artística, porque si te sales de lo que dicta la agenda progresista, acabas en un gulag.

Bret Easton Ellis habla de su cuarentena; y de escritores como Franzen y Foster Wallace.

El escritor Bret Easton Ellis, un hombre que odia a los mileniales pero ama a Taylor Swift, acaba de publicar su primer libro de ensayos, 'Blanco'.
“Mi vida no ha cambiado mucho. Ya antes del confinamiento me pasaba el día en casa y mantenía la distancia social. De hecho, los tres primeros días fue un alivio eso de suprimir reuniones. Para mi novio, que es un milenial adicto a las redes sociales, y se pasa todo el día jugando a videojuegos, tampoco creo que haya supuesto un gran cambio”.
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Rutina de escritura:
No puedes obligarte a escribir una novela. Surge de manera natural y es un gran esfuerzo. Es como dar a luz. Llevo 15 años trabajando en mi nuevo proyecto, y no soy capaz de escribir dos frases al día. Escribo un poco, leo algo en Internet, me veo un vídeo porno, me meto en Twitter, vuelvo a ver otro poco de porno, leo… Ese es mi proceso creativo.

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Los escritores somos unos seres sedientos de fama y reconocimiento. Tanto a Franzen como a Foster Wallace les encantaba la publicidad, ansiaban ser famosos como cualquier otro escritor. Si lees las memorias de las parejas de Foster Wallace comprenderás que era un tipo incapaz de enfrentarse a los medios de comunicación debido a sus inseguridades. Cuando uno se suicida con una escenografía como la de Foster Wallace, colgándose con el manuscrito de su novela inacabada a sus pies, es porque le preocupa su reputación y el qué dirán. Y a mí mi reputación me importa una mierda. Muchas veces me preguntan por qué hago o digo algo. Pues mira, porque me da la gana.

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En Blanco se despacha a gusto con unos mileniales a los que rebautiza como “Generación Cobarde”. ¿Por qué los detesta tanto?
Porque vivo con uno de ellos. Con él y con tres Alexas: una en el despacho, otra en el salón y otra en la habitación. Mi novio es tan vago que es incapaz de buscar programas en la televisión o hacer cualquier cosa sin pedírselo a Alexa. Me irrita que los mileniales tengan una obsesión constante con sentirse oprimidos, con que todo conspira contra ellos por su sexualidad, por su color de piel, o por su cuerpo … Y como ser una víctima es muy triste, todo el mundo siente empatía y compasión por ellos. Es un círculo vicioso. La vida está en contra de ellos como está en contra de todos. ¡Lucha contra ella!

Goethe opina sobre Roma y Grecia; luego sobre los franceses y su literatura


Visité a Goethe antes de ir al teatro, y le encontré con buen aspecto y de excelente humor. Me preguntó por los jóvenes ingleses que se encontraban en Weimar, y yo le conté que en unión del señor Doolan nos proponíamos leer una traducción alemana de Plutarco. Esto nos llevó a conversar de la historia griega y romana, y Goethe se expresó en los siguientes términos:


—La historia de Roma es algo que ya no encaja en nuestra época. Nos hemos vuelto demasiado humanos para que los triunfos de César no encuentren en nosotros cierta resistencia. Y la historia griega no nos resulta mucho más agradable. Cuando este pueblo se dirige contra los enemigos exteriores se muestra verdaderamente grande y glorioso, pero aquel infinito fraccionamiento en pequeños Estados y aquella perpetua guerra civil que armaba siempre el brazo del griego contra su conciudadano, termina por hacérsenos insoportable. Por otra parte, estamos viviendo unos momentos verdaderamente grandes y ricos en significación. Las batallas de Leipzig y de Waterloo han alcanzado tal gloria que la de Maratón y todas las de aquellos tiempos quedan obscurecidas. Y nuestros héroes tampoco se han quedado atrás: los mariscales franceses, y Blücher y Wellington, pueden perfectamente parangonarse con los generales de la antigüedad.


La conversación recayó luego sobre la nueva literatura francesa y el interés creciente de los franceses por las obras alemanas.


—Los franceses hacen muy bien —dijo Goethe— en estudiar y traducir a nuestros autores; como son limitados en la forma y en los asuntos, no les queda más remedio que dirigirse al exterior. A nosotros, los alemanes, podrá echársenos en cara cierta falta de sentido de la forma, pero en cambio somos superiores a los franceses en lo que atañe a los asuntos. Las obras de teatro de Iffland y de Kotzebue son tan ricas en inventiva que los extranjeros podrán durante largo tiempo encontrar temas en ellas antes de agotar todas sus posibilidades. Los franceses saludan con especial entusiasmo nuestro idealismo filosófico y, en verdad, todo idealismo es apto para fines revolucionarios. Los franceses —prosiguió Goethe— poseen buen juicio y son ingeniosos, pero carecen de fondo y no conocen la piedad. Aceptan cuanto puede servirles en un momento dado, cuanto puede favorecer a su bando. Así, cuando nos elogian, no es porque reconozcan nuestros méritos, sino sencillamente, porque con nuestras opiniones pueden favorecer a su partido.


Luego hablamos de nuestra literatura y de los obstáculos con que tienen que luchar los autores alemanes.


—La mayor parte de nuestros jóvenes poetas —dijo Goethe— tienen un defecto: poseen una subjetividad poco importante, y no saben hallar temas en una objetividad. A lo sumo logran descubrir uno que viene a ser algo parecido a ellos mismos, algo que se dirige a la subjetividad del poeta; pero no hay que hablarles de escoger un tema en sí sólo porque es poético, y adoptarlo, aunque contraríe a la manera de ser del sujeto. Pero, según he dicho ya, si apareciesen personalidades importantes, formadas con grandes estudios y situadas en circunstancias favorables, las cosas no andarían mal, estoy cierto de ello, especialmente para nuestros jóvenes poetas líricos.


Viernes, 3 diciembre 1824

"Recordar el psicoanálisis” por Gil Caroz.

Conversaciones sobre psicoanálisis y la época de la pandemia. Parte 2. 

DEL 7 DE ABRIL · PÚBLICO

Si solo hubiera el inconsciente y el síntoma; si no hubiera el parlêtre y el sinthome; si la metáfora del síntoma fuera solo “la envoltura formal del acontecimiento de cuerpo” (1); entonces sí, podríamos imaginar sesiones analíticas realizadas únicamente por Skype, Zoom o WhatsApp. En ese caso, el psicoanálisis participaría plenamente de la semblatización del mundo y cesaría de “hacer olvidar al paciente que se trata únicamente de palabras” (2). La ignorancia de las elaboraciones de Lacan hace pensar que basta con hablar para que haya cura analítica, poco importa la presencia de los cuerpos.

La pequeña experiencia de intercambios, mediante comunicaciones a distancia con analizantes que acumulamos estos últimos días lo confirma. Estas conversaciones son a menudo muy necesarias. Mantienen el vínculo, recuerdan que antes había un apretón de manos, que el cuerpo del analizante llegaba a la sesión para ser puesto en el guardarropías a fin de que el sujeto, despojado de la rutina de su realidad, pueda transformarse en la mayor medida posible en puro emisor de palabras (3). Estas sesiones virtuales permiten en ocasiones depositar en el analista un sueño, un lapsus, un acto fallido, una exacerbación de un síntoma, y al analista responder mediante una interpretación que dé sentido. Eso no impide que estas operaciones sean del orden de una “elucubración de saber sobre un real” (4).

Una vez admitido que lo real y el goce son los resultados de un encuentro entre el significante y el cuerpo hablante (5) es forzoso constatar que la presencia es indispensable para tocar este real. Como subraya Jacques-Alain Miller (6), si el cuerpo se deposita sobre el diván para ser puesto entre paréntesis y ausentarse en tanto que imagen, es precisamente esta ausencia correlacionada con el principio de abstinencia que hace presente el real de la no relación sexual. Por otra parte,  el cuerpo debe de estar muy presente para que la interpretación fuera de sentido pueda tocar el cuerpo. Muchos analizantes recuerdan algunos gestos de su analista que produjeron en ellos un acontecimiento de cuerpo, que transformaron su vida, que atraparon un trozo de su goce y que tuvieron un efecto real. Los mismos gestos, puestos en escena delante de una cámara y transmitidos por Skype o por Zoom, tendrían simplemente un efecto cómico. El goce en tanto que fijado al cuerpo no puede ser acometido en ausencia.

Eso no impide que haya una dialéctica. Si el psicoanálisis no es sin estándares, tiene principios (7). La presencia de los cuerpos del analizante y del analista en la sesión analítica puede ser considerada como uno de estos principios. Ahora bien, al adherirnos sin falla a nuestros principios los transformamos en estándares. En este periodo de confinamiento en que la posibilidad de encuentro entre los cuerpos está casi reducida a cero, no solo porque está prohibida, sino también porque es imposible sin riesgo, un uso de los medios de comunicación a distancia parece estar indicado en ciertos casos, a condición de que tengamos una idea de lo que hacemos.

Una práctica de consultas por estos medios, en un CPCT por ejemplo, no afecta al principio de presencia necesario para la cura analítica, porque no consideramos que una conversación analítica sea una cura. Nos apoyamos más bien en un principio forjado por Jacques-Alain Miller: “No hay contraindicaciones al encuentro con un analista” (8). En otras palabras, en ciertos casos, si una cura analítica está contraindicada, un encuentro con un psicoanalista no lo está necesariamente. Parafraseando este principio, podemos decir que en momentos particulares no hay contraindicación a un intercambio de un psicoanalista con sus analizantes por medios de comunicación a distancia.

Éric Laurent propone “servirse de Skype para prescindir de él” (9). Esta fórmula hace eco al uso del Nombre del Padre que Lacan propone una vez lo desvaloriza y lo vuelve puro semblante: prescindir para servirse de él (10). Skype y otros medios de comunicación a distancia, sinthomesde la cultura de nuestro tiempo, pueden ser considerados como un puente construido por encima de la no relación sexual, a condición de que se pueda luego prescindir , es decir, que una presencia se vuelva posible en otro momento.  La conversación por Skype no equivale al encuentro en presencia, es su evocación. Si no puede considerarse como una sesión analítica, puede inscribirse como un recordatorio de un encuentro posible (11).

Este recordatorio de la presencia toma su sentido si se considera que en psicoanálisis el tiempo del sujeto es lógico y no objetivo. Como subraya Jacques-Alain Miller, el tiempo lógico desmiente el valor de evidencia simple que se da a la sucesión en el tiempo objetivo. Es una “singular temporalidad que comporta el esquema retroactivo de Lacan (…), una reelección de las relaciones de lo anterior y lo posterior” (12). Podemos considerar que una llamada telefónica constituye un recordatorio de una presencia que ha tenido lugar en el pasado o que tendrá eventualmente lugar en el futuro.

No sabemos cuánto tiempo durará la catástrofe y las medidas de confinamiento que se derivan de ella. Sea cual sea, la crisis dura en el tiempo, un tiempo objetivo, y es aquí que parece haber interés en introducir la temporalidad subjetiva y lógica, contra la temporalidad objetiva y sucesiva. De ahí la importancia de la noción de recordar: recordar la presencia, sin querer hacer equivaler este recordatorio a la cosa misma. Las incidencias son aquí clínicas, pero también políticas. Se trata de asegurar que el psicoanálisis no sea olvidado.


(1) Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI. Buenos Aires, Grama, 2015, pág. 29.
(2) Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos, T. II, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pág. 260.
(3) Miller, J.-A., “ Le divan. XXI siècle. Demain la mondialisation des ivans ¿ Vers le corps portable ”, entrevista Libération, 3 juillet 1999, disponible en Internet.
(4) Miller, J.-A., “Un real para el siglo XXI. Presentación del tema del XI Congreso de la AMP”, Scilicet. Un real para el siglo XXI,Buenos Aires, Grama, 2014, pág. 25.
(5) Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, op. cit.,pág. 27.
(6) Miller, J.-A., “ Le divan. XXI siècle…”, op. cit.
(7) Cf. “La práctica lacaniana del psicoanálisis: sin estándares pero no sin principios”, IV Congreso de la AMP en Comandatuba, 2004, inédito.
(8) Miller, J.-A., “Las contraindications au traitement psychanalytique”, Mental, nº5, juillet 1998, pág. 16.
(9) Laurent, É., “Jouir d’internet”, entrevista, La Cause du désirnº 97, novembre de 2017, p. 18.
(10) Cf. Lacan, J. , El Seminario, libro 23: El sinthome, Buenos Aires, Paidós , 2006, pág. 133.
(11) Propuesta hecha por Éric Laurent en un debate de la Asamblea General de la NLS hace doce años.

"Vivo con miedo, imagino el futuro"; de Siri Hustvedt (Desde New York relata su experiencia en cuarentena )

Siri Hustvedt: THE SUMMER WITHOUT MEN | Daily Mail Online
La última vez que hice vida normal en Nueva York fue el 6 de marzo. El virus había llegado, pero la clase que doy todos los meses a residentes de psiquiatría en el Weill Cornell Medical College de Manhattan no se había cancelado. En el hospital se permitían aún reuniones de grupos inferiores a 30 personas. Esta semana leía en The New York Times la siguiente frase: “Un médico del ­Weill Cornell Medical Center describía la perturbadora experiencia de pasar a diario por delante de una compañera de poco más de 30 años, intubada y en estado crítico, preguntándose quién será el siguiente”.

Un viejo amigo mío se encontraba tan enfermo que acudió al hospital. Lo mandaron a casa. Se puso peor. Cuando volvió a urgencias, lo ingresaron y pasó varios días con un respirador. Tuvo suerte. Pronto no habrá respiradores para todos los que los necesiten. Tengo amigos enfermos que languidecen en casa con fiebre alta. En circunstancias normales, habrían ido al hospital. Ahora sopesan las consecuencias que tendría esa decisión. Cinco días después de dar mi clase, enfermé. Mi marido sucumbió unos días después. Ninguno de los dos estábamos graves. Nos recuperamos. A la gente como nosotros no le hacen pruebas. No sabemos qué teníamos, si fue la Covid-19 u otra cosa. Sigue habiendo muy pocas pruebas diagnósticas.

El tiempo se ha estirado y colapsado debido a la emoción. Mi seminario del 6 de marzo pertenece a otra época, en la que la ciudad tenía tráfico, aceras abarrotadas y ruidosos vagones de metro en los que los neoyorquinos se apretaban pecho con mejilla, axila con nariz, codo con codo, en los que la cabeza dormida de un viajero agotado podía caer de repente sobre el hombro del desconocido sentado junto a él, y ese contacto fugaz no significaba nada. Estos recuerdos tienen ahora una índole alucinatoria, a la vez familiar y lejana. La ciudad que recuerdo ha desaparecido, al igual que un sinnúmero de ciudades y pueblos de todo el mundo que se han convertido en caparazones, vacíos de vida. Desde el comienzo de mi enfermedad, estoy encerrada en casa. Escribo como siempre, pero vivo en suspenso, con miedo. Imagino el futuro. ¿Será una restauración de lo que hubo o una realidad completamente distinta?

“Ha proyectado una sombra sobre la tierra, y ha golpeado a tantos que es imposible atenderlos adecuadamente, atestando todos nuestros hospitales; y ha demostrado ser mortal en tantos casos que ha sido imposible cavar tumbas con suficiente rapidez para enterrarlos a todos. Nuestra hermosa ciudad ha sufrido enormemente por ello, y ha hecho necesario como medida de precaución cerrar las escuelas, los teatros y las iglesias, y prohibir a toda la población reunirse tanto en interiores como al aire libre”. Así hablaba el reverendo Francis Grimké a su congregación de la Iglesia presbiteriana de la calle 15 en Washington DC, a raíz de la pandemia de gripe de 1918 que mató a unos 50 millones de personas en todo el mundo.

“Nadie había visto jamás algo así”, declaraba el presidente de Estados Unidos el 19 de marzo, y el día 26 volvía a decir: “Nadie habría pensado jamás que pudiera ocurrir algo así”. Estas declaraciones se produjeron tras semanas de negación irracional. El virus, había dicho, estaba controlado; desaparecería. El “nadie lo ha visto jamás” es un tic verbal recurrente en el limitado repertorio trumpiano; forma parte de su estilo de prosa hiperbólico, inconexo y autoengrandecido, pero también es una prueba de la relación de este hombre con el pasado y el futuro, que a todos los efectos prácticos no existen.

miércoles, 8 de abril de 2020

Páginas para consumir cine.

El sitio maestro por estas fecchas:
http://gnula.nu/

Una excelente plataforma para ver clásicos con más de 15 años de antigüedad.
https://zoowoman.website/wp/

Una resurrección:
https://www.pelispedia.in/

Cineteca para raros
https://cinetecaparararos.tumblr.com/

Otra hermosa posibilidad contemporánea.
https://www.estrenoshd.tv/

domingo, 5 de abril de 2020

Autora por país: Nueva Zelanda / Las luminarias, de Eleanor Catton (Pdf/ )

Siruela ediciones:

NOVELA GANADORA DEL MAN BOOKER PRIZE

Un tempestuoso día de enero una prostituta es arrestada. Ese hecho podría pasar desapercibido en mitad de la fiebre del oro que recorre la costa de Nueva Zelanda en el año 1866, si no fuera por los otros tres acontecimientos misteriosos que se producen el mismo día: se descubre una enorme fortuna en la casa de un borracho indigente, un hombre rico desaparece y un capitán de navío de mala reputación suspende todos sus tratos y leva anclas, como si pretendiera darse a la fuga. Los tres hombres están conectados con Anna Wetherell, la prostituta en cuestión. Los doce hombres más poderosos de la ciudad se reúnen en la taberna local para debatir sobre esta secuencia de hechos aparentemente fortuitos, pero su asamblea es interrumpida por la llegada de un extraño: el joven Walter Moody, que también esconde su propio secreto… Moody pronto se verá involucrado en el misterio: una red de destinos y fortunas que resulta tan compleja y tan bien intrincada como el firmamento nocturno.

«Las luminarias es una verdadera proeza. Las páginas pasan volando entre los dedos mientras un universo se abre y se cierra ante nosotros y el alma humana se nos revela en toda su desesperación y su conflicto.» 
The New York Times Book Review


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