El vídeo dura
unos diez segundos. En él se ve un patio de suelo arenoso lleno de cachivaches
y ropa de colores tendida al sol. Hay un cielo azulísimo, casi irreal. Al
fondo, una mujer mayor con velo negro, ¿separa granos?, ¿cose? En primer plano
un hombre de piel de caramelo sonríe. Se sube —es un decir— en una vieja
bicicleta infantil e intenta pedalear, recorrer el patio. La mujer dice algo en
árabe que seguro es lo mismo que diría cualquier mujer en castellano, japonés o
finlandés: “Te vas a caer por andar haciendo el tonto”. Él insiste con la
bicicletita, muerto de la risa. Un número de circo pobre, una ridiculez. Ella
niega con la cabeza, pero también ríe. Tal vez recuerda cuando ese hombronazo
era un niñito y la bicicleta y él eran una sola cosa veloz. Tal vez nada más
disfruta el goce de ver a un adulto hacer una travesura. O sea, algo estúpido e
inocente. O sea, siendo niño otra vez. El hombronazo se llama Issam y los
últimos veinticinco años de su vida los ha pasado increíblemente lejos de ese
patio, esa mujer y esa bicicleta. Ha vuelto poco. Quizá una vez al año,
seguramente menos. De todos los lugares del planeta, la cuarentena lo pilló
allí, en su diminuto pueblo marroquí, la línea de partida. Él, que daba la
vuelta al mundo en aviones gigantescos, estos días da la vuelta a un patiecito
subido a la bicicleta que le quedó chica hace miles de años. Su madre lo mira.
Sobre ellos un cielo azul que no se puede describir con palabras.
Veo el vídeo de Issam una vez al día cuando la ansiedad me asfixia y el silencio ensordece y la soledad, como decía el poeta, es tan concurrida que puedo organizarla como una procesión. Lo veo cuando la pena por los muertos de mi tierra, Guayaquil, está a punto de matarme a mí también: muertos en las calles, muertos cercanos, muertos que se ahogaron porque no había un respirador porque se robaron la plata para los respiradores, muertos que no alcanzamos a llorar, muertos que podrían ser mi mamá. El infierno de los vivos es contar todos esos muertos y no poder hacer nada más. El infierno de los vivos es ver morir todo lo que amamos.
El vídeo de Issam en su bicicletita es mi no-infierno. Encuentren el suyo. Y hagan que dure. Y déjenle espacio. Y compártanlo con nosotros, por favor.
fUENTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario