DEL 7 DE ABRIL · PÚBLICO
Si solo hubiera el inconsciente y el síntoma; si no hubiera el parlêtre y el sinthome; si la metáfora del síntoma fuera solo “la envoltura formal del acontecimiento de cuerpo” (1); entonces sí, podríamos imaginar sesiones analíticas realizadas únicamente por Skype, Zoom o WhatsApp. En ese caso, el psicoanálisis participaría plenamente de la semblatización del mundo y cesaría de “hacer olvidar al paciente que se trata únicamente de palabras” (2). La ignorancia de las elaboraciones de Lacan hace pensar que basta con hablar para que haya cura analítica, poco importa la presencia de los cuerpos.
La pequeña experiencia de intercambios, mediante comunicaciones a distancia con analizantes que acumulamos estos últimos días lo confirma. Estas conversaciones son a menudo muy necesarias. Mantienen el vínculo, recuerdan que antes había un apretón de manos, que el cuerpo del analizante llegaba a la sesión para ser puesto en el guardarropías a fin de que el sujeto, despojado de la rutina de su realidad, pueda transformarse en la mayor medida posible en puro emisor de palabras (3). Estas sesiones virtuales permiten en ocasiones depositar en el analista un sueño, un lapsus, un acto fallido, una exacerbación de un síntoma, y al analista responder mediante una interpretación que dé sentido. Eso no impide que estas operaciones sean del orden de una “elucubración de saber sobre un real” (4).
Una vez admitido que lo real y el goce son los resultados de un encuentro entre el significante y el cuerpo hablante (5) es forzoso constatar que la presencia es indispensable para tocar este real. Como subraya Jacques-Alain Miller (6), si el cuerpo se deposita sobre el diván para ser puesto entre paréntesis y ausentarse en tanto que imagen, es precisamente esta ausencia correlacionada con el principio de abstinencia que hace presente el real de la no relación sexual. Por otra parte, el cuerpo debe de estar muy presente para que la interpretación fuera de sentido pueda tocar el cuerpo. Muchos analizantes recuerdan algunos gestos de su analista que produjeron en ellos un acontecimiento de cuerpo, que transformaron su vida, que atraparon un trozo de su goce y que tuvieron un efecto real. Los mismos gestos, puestos en escena delante de una cámara y transmitidos por Skype o por Zoom, tendrían simplemente un efecto cómico. El goce en tanto que fijado al cuerpo no puede ser acometido en ausencia.
Eso no impide que haya una dialéctica. Si el psicoanálisis no es sin estándares, tiene principios (7). La presencia de los cuerpos del analizante y del analista en la sesión analítica puede ser considerada como uno de estos principios. Ahora bien, al adherirnos sin falla a nuestros principios los transformamos en estándares. En este periodo de confinamiento en que la posibilidad de encuentro entre los cuerpos está casi reducida a cero, no solo porque está prohibida, sino también porque es imposible sin riesgo, un uso de los medios de comunicación a distancia parece estar indicado en ciertos casos, a condición de que tengamos una idea de lo que hacemos.
Una práctica de consultas por estos medios, en un CPCT por ejemplo, no afecta al principio de presencia necesario para la cura analítica, porque no consideramos que una conversación analítica sea una cura. Nos apoyamos más bien en un principio forjado por Jacques-Alain Miller: “No hay contraindicaciones al encuentro con un analista” (8). En otras palabras, en ciertos casos, si una cura analítica está contraindicada, un encuentro con un psicoanalista no lo está necesariamente. Parafraseando este principio, podemos decir que en momentos particulares no hay contraindicación a un intercambio de un psicoanalista con sus analizantes por medios de comunicación a distancia.
Éric Laurent propone “servirse de Skype para prescindir de él” (9). Esta fórmula hace eco al uso del Nombre del Padre que Lacan propone una vez lo desvaloriza y lo vuelve puro semblante: prescindir para servirse de él (10). Skype y otros medios de comunicación a distancia, sinthomesde la cultura de nuestro tiempo, pueden ser considerados como un puente construido por encima de la no relación sexual, a condición de que se pueda luego prescindir , es decir, que una presencia se vuelva posible en otro momento. La conversación por Skype no equivale al encuentro en presencia, es su evocación. Si no puede considerarse como una sesión analítica, puede inscribirse como un recordatorio de un encuentro posible (11).
Este recordatorio de la presencia toma su sentido si se considera que en psicoanálisis el tiempo del sujeto es lógico y no objetivo. Como subraya Jacques-Alain Miller, el tiempo lógico desmiente el valor de evidencia simple que se da a la sucesión en el tiempo objetivo. Es una “singular temporalidad que comporta el esquema retroactivo de Lacan (…), una reelección de las relaciones de lo anterior y lo posterior” (12). Podemos considerar que una llamada telefónica constituye un recordatorio de una presencia que ha tenido lugar en el pasado o que tendrá eventualmente lugar en el futuro.
No sabemos cuánto tiempo durará la catástrofe y las medidas de confinamiento que se derivan de ella. Sea cual sea, la crisis dura en el tiempo, un tiempo objetivo, y es aquí que parece haber interés en introducir la temporalidad subjetiva y lógica, contra la temporalidad objetiva y sucesiva. De ahí la importancia de la noción de recordar: recordar la presencia, sin querer hacer equivaler este recordatorio a la cosa misma. Las incidencias son aquí clínicas, pero también políticas. Se trata de asegurar que el psicoanálisis no sea olvidado.
(1) Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI. Buenos Aires, Grama, 2015, pág. 29.
(2) Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos, T. II, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pág. 260.
(3) Miller, J.-A., “ Le divan. XXI siècle. Demain la mondialisation des ivans ¿ Vers le corps portable ”, entrevista Libération, 3 juillet 1999, disponible en Internet.
(4) Miller, J.-A., “Un real para el siglo XXI. Presentación del tema del XI Congreso de la AMP”, Scilicet. Un real para el siglo XXI,Buenos Aires, Grama, 2014, pág. 25.
(5) Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, op. cit.,pág. 27.
(6) Miller, J.-A., “ Le divan. XXI siècle…”, op. cit.
(7) Cf. “La práctica lacaniana del psicoanálisis: sin estándares pero no sin principios”, IV Congreso de la AMP en Comandatuba, 2004, inédito.
(8) Miller, J.-A., “Las contraindications au traitement psychanalytique”, Mental, nº5, juillet 1998, pág. 16.
(9) Laurent, É., “Jouir d’internet”, entrevista, La Cause du désirnº 97, novembre de 2017, p. 18.
(10) Cf. Lacan, J. , El Seminario, libro 23: El sinthome, Buenos Aires, Paidós , 2006, pág. 133.
(11) Propuesta hecha por Éric Laurent en un debate de la Asamblea General de la NLS hace doce años.
Texto publicado en el @Hebdoblog nº 198, ECF, 5 de abril 2020. Traducido del francés por Margarita Álvarez.
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