lunes, 30 de marzo de 2020

Sherezade en el búnker (cuento), de Marta Sanz.


Anagrama:
Si las relaciones de pareja pueden ser difíciles, las relaciones de pareja en tiempos de confinamiento pueden llegar a ser un auténtico reto… Con «Sherezade en el búnker», Marta Sanz reescribe la tradición literaria para construir un hilarante relato de estricta actualidad que, jugando con nuestras expectativas, viaja de la violencia a la ternura para erigirse en un tributo a los poderes sanadores de la palabra y los relatos. Marta Sanz nos regala este relato salvaje y tierno para los días de cuarentena.

Descárgatelo aquí:

Ariana Harwicz escribe sus experiencias e ideas durante la cuarentena COVID-19.

La lengua no miente 

Veremos qué saldremos a hacer y quiénes seremos todos nosotros el día después del confinamiento (Vía El País).

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Con la pandemia llegó la solidaridad, el unificarnos todos detrás de las filas de la nube negra, el fuck you al consumo afiebrado y alienado, el desertar de las tropas disciplinadas del capitalismo. Como el hombre es victimario y víctima a la vez en una misma vida, también con el virus mundial llegó para muchos el sueño del totalitarismo delivery, quedate, guardate, hashtag #yomequedo. No hará falta militar en partidos de extrema izquierda o derecha para poder ser, y ejercer, de espía. Ahora desde tu balcón o solamente oyendo detrás de las paredes podrás controlar a los otros, deschavarlos, llegado el caso, apedrearlos. Por lo que sea, si salen más de una vez, si no aplauden, da igual.

Estoy leyendo los escritos de La langue confisquée. Lire Victor Kemplerer aujourd’hui, de Frédéric Joly, desde antes de la pandemia y como siempre pasa, la literatura se adelanta a la vida. Klemperer analiza in situ las alteraciones y deformaciones de la lengua alemana durante el Tercer Reich: “Como es habitual hablar de la fisonomía de una época, de un país, lo mismo se designa el espíritu de un tiempo por su lengua”. Él hace lo que para mí es el modelo de ética a seguir y lo que permite sobrevivir, llevar un diario. Volver a la escritura el arma más letal contra la época. Desde el campo en el centro de Francia, a unos 180 kilómetros al sur de París, intento llevar un diario de las expresiones que trajo el virus, de las nuevas formas de control de la lengua, no solo de la policía, de los discursos del Estado, sino de nosotros.

En alguna de las redes alguien dijo que los mejores agentes e informadores de la Stasi, la KGB, la policía política del franquismo, etcétera, eran los porteros y vecinos, eficaces a más no poder. Algo similar pasa acá entre viñedos, una especie de confusión epocal en un escenario perdido en el tiempo, iglesias del siglo XII, puentes y acueductos romanos, aljibes, torres arrasadas por grandes incendios, casas de piedra baleadas durante la liberación de 1945 se suman a una conducta vigilante de los lugareños. Salí a caminar por entre las viñas a unos 30 metros de mi casa y un vecino joven salió de entre las flores blancas a decirme que es peligroso. Primero, aluciné de que me hablaban las flores; “es el confinamiento”, me dije. ¿Qué es lo peligroso? pregunté. Que puede tener una multa, dijo, y aumentó a 1.500 euros, ni hablar del otro lado del río, después agregó que solo me estaba advirtiendo. 

Me quedé pensando en ese término policial. Yo no estaba infringiendo la ley, tenía mi atestación con fecha y firma para salir una hora por día y hasta un kilómetro alrededor de mi casa. Su llamada de atención; ¿era por mi bien, por el bien de él, de la comunidad o para controlarme, por vicio, por excitación frente a lo espectacular? Al virus ideológico del movimiento de los chalecos amarillos ahora se suma esto que pareciera que le dará una estocada al capitalismo, o al revés, lo exaltará todavía más, veremos qué saldremos a hacer y quiénes seremos todos nosotros el día después del confinamiento, lo que es seguro es que amamos espiar.

domingo, 29 de marzo de 2020

Tweets de Elena Poniatowska sobre el Coronavirus/Covid-19

Somos muchos los mexicanos que respetamos a Hugo López Gatell .

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Un gran silencio ha caído sobre la Ciudad de México antes ruidosa, un gran silencio como un vacío, una ausencia.

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Los Millenials resultaron una fuerza en el último terremoto , salvaron a muchos, ahora pueden serlo también porque para ellos el Coronavirus no es mortal.

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Ahora que estamos encerrados sería una buena idea leer a la escritora Elvira Lindo que hizo novelas espléndidas además de su Manolito Gafotas.

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La peste de Albert Camus es una de las grandes obras de la literatura francesa, en su época causó un impacto que hizo que los franceses siempre tan críticos lo tomaran en cuenta como uno de sus grandes autores. Se distanció de Sartre y de Simone de Beauvoir por razones políticas.

En tiempos de contagio (adelanto), de Paolo Giordano


“La epidemia de Covid-19 va camino de convertirse en la emergencia sanitaria más importante de nuestra época”. Así arranca el testimonio que el escritor italiano Paolo Giordano empezó en febrero, mientras el virus se extendía por su país. El autor relata su día a día mientras el virus se convierte en plaga, pero también se apoya en su formación científica –es licenciado en Física Teórica– para analizar una pandemia que, según escribe en este libro pensado como reflexión sobre nuestra responsabilidad colectiva, “no es ni un mero accidente, ni una calamidad ni, ante todo, una novedad: ha ocurrido otras veces y seguirá ocurriendo” (Vía El País).

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Desear lo mejor

Ayer fui a una cena con amigos. "Es la última", me dije. "En cuanto sobrepasemos los dos mil afectados empiezo la cuarentena". Al entrar, no besé a nadie, lo que les molestó un poco. O mejor dicho se quedaron perplejos: por lo visto, la epidemia me ha afectado más de la cuenta. Como buen hipocondríaco, de tarde en tarde le pido a mi mujer que me tome la temperatura, pero eso es harina de otro costal: no tengo miedo de caer enfermo. ¿Y de qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí.



Durante la cena me repitieron una y otra vez: "en una semana está resuelto", "ya verás, un par de días más y todo volverá a la normalidad". En un momento dado, una amiga me preguntó por qué no decía nada. Por toda respuesta, me encogí de hombros: no quería parecer alarmista, o peor aún: gafe.



Si bien no tenemos anticuerpos contra el Cov-2, hemos desarrollado una gran resistencia ante la incertidumbre: siempre queremos saber la fecha exacta en que las cosas empiezan y cuándo habrán de terminar. Estamos acostumbrados a imponerle nuestro ritmo a la naturaleza, en vez de que sea al contrario. Así, exigimos que el contagio termine en una semana y que todo vuelva a la normalidad: lo exigimos esperando que suceda así.


Pero durante el contagio debemos ser conscientes de lo que es lícito esperar. Porque desear lo mejor no equivale a desear de la mejor manera: esperar lo imposible, o incluso lo muy improbable, nos expone a una constante desilusión. En una crisis como ésta, el pensamiento mágico no sólo se demuestra falso, sino que nos conduce directamente a la angustia.


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Detener de verdad el contagio


—Entonces, ¿cómo detener el contagio de una vez por todas?

—Con una vacuna. —¿Y si no existe?—. Con más paciencia. Los epidemiólogos saben que la única manera de frenar la epidemia es reducir el número de Susceptibles. Su densidad debe mermar hasta que el contagio se vuelva improbable. Es necesario alejar las canicas entre sí: cuando los choques disminuyan, la reacción en cadena se interrumpirá.


Las vacunas tienen la capacidad matemática de hacernos pasar de Susceptibles a Removidos sin sufrir la enfermedad. A nosotros, gente común, nos interesan porque nos libran del virus, pero les interesan aún más a los infectólogos porque nos libran de la epidemia. Ni siquiera haría falta que nos vacunáramos todos: bastaría con un porcentaje significativo que permitiese alcanzar la denominada "inmunidad de grupo".

Pero el Cov-2 cuenta con la suerte del principiante: nos ha pillado por sorpresa y vírgenes, sin anticuerpos ni vacunas. Es demasiado nuevo para nosotros. Trasladado al modelo SIR [Susceptibles, Infectados, Removidos], este componente de novedad significa que todos somos Susceptibles.

Por esta razón debemos resistir el tiempo que haga falta: la única vacuna disponible consiste en una forma bastante incómoda de prudencia.


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Boca-mano-pie

En Milán han cerrado las escuelas, las universidades, los museos, los teatros, los gimnasios. Me llegan al móvil imágenes desoladoras de las calles del centro: parece Ferragosto un 2 de marzo. Aquí, en Roma, aún se respira normalidad, pero es una normalidad fingida: la inminencia del cambio se palpa por doquier.

El contagio ya ha condicionado todas las relaciones y traído consigo mucha soledad: la soledad propia de una persona ingresada en la UCI, que tiene que comunicarse con los demás a través de un cristal. Aunque hay de otra clase, más difusa: la de las bocas ocultas tras la mascarilla y las miradas llenas de recelo, la de quienes están obligados a quedarse en casa. Durante el contagio todos estamos al mismo tiempo en libertad y bajo arresto domiciliario.

Una semana antes de cumplir doce años contraje una enfermedad conocida como boca-mano-pie: como el nombre sugiere, me salieron ampollas alrededor de los labios y en las extremidades. No tenía fiebre, ni siquiera malestar más allá de la picazón, pero era altamente contagiosa, así que me pusieron en cuarentena. Igual que el Hombre Invisible, tenía que ponerme unos guantes blancos cada vez que saliera de mi habitación. Aunque no era nada grave (sólo una estúpida enfermedad exantemática), recuerdo que me sentí muy solo y abatido, y que el día de mi cumpleaños me eché a llorar.

A nadie le gusta que lo dejen de lado; ni siquiera la conciencia de que nuestro aislamiento del mundo será transitorio lo hace más llevadero. Tenemos una necesidad terrible de estar con los demás, entre los demás, a menos de un metro de las personas que nos importan: nos parece tan necesario como respirar.

Por eso nos rebelamos: "¡No permitiré que un virus interrumpa mis relaciones por un mes, ni por una semana, ni siquiera por un minuto!". Nos dicen que debemos hacerlo, pero ¿quién tiene razón?


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Contra el fatalismo

Así pues, la epidemia nos anima a pensar en nosotros mismos como parte de una colectividad; nos obliga a hacer un esfuerzo que simplemente no haríamos en una situación normal: reconocernos inextricablemente conectados a los demás y tenerlos en cuenta en nuestras decisiones. En tiempos de contagio somos parte de un único organismo; en tiempos de contagio volvemos a ser una comunidad.

He aquí una objeción frecuente que surge estos días: si la letalidad del virus es, según parece, modesta en especial para las personas que gozan de buena salud, ¿por qué alguien como yo no puede correr el riesgo personal de seguir con su vida? ¿No es una pizca de fatalismo un derecho inalienable de todo ciudadano?

No, no debemos correr riesgos. Por dos razones al menos.

La primera es de carácter numérico: el porcentaje de hospitalizaciones a causa del Covid-19 no es en absoluto despreciable. Según las actuales estimaciones, que siempre podrían cambiar, cerca del diez por ciento de los contagiados acaba en un hospital. Un exceso de contagios en poco tiempo significaría el diez por ciento de un número muy grande, es decir: tantos ingresos como para acabar con la disponibilidad de camas y personal sanitario o para colpsar todo el sistema de salud.

La segunda razón es sencillamente humana y tiene que ver con el subconjunto de Susceptibles un poco más susceptibles que el resto: los ancianos, las personas de salud frágil. Llamémoslos los Ultrasusceptibles. Si nosotros, jóvenes y sanos, nos exponemos al virus, automáticamente lo aproximamos a ellos. Durante una epidemia, los Susceptibles tienen que protegerse a sí mismos para proteger a los demás: los Susceptibles son, en parte, un cordón sanitario.

Así pues, lo que hacemos o dejamos de hacer durante el contagio no nos afecta únicamente a nosotros: ésa es una de las cosas que me gustaría recordar cuando todo esto haya acabado.

Heme aquí buscando una fórmula concisa, un eslogan fácil de recordar. Lo encuentro en un artículo publicado en 1972 en la revista Science: "More is Different" ("Más es diferente"). Cuando Philip Warren Anderson lo escribió, se refería a los electrones y a las moléculas, pero también hablaba de nosotros: el efecto acumulativo de nuestras acciones personales sobre la colectividad es diferente a la suma del efecto de cada una de nuestras acciones considerada individualmente. Al ser muchos, cada acción tiene consecuencias globales abstractas y difícilmente imaginables. En tiempos de contagio, la carencia de solidaridad es, ante todo, una falta de imaginación.


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Nadie es una isla

Cuando cursaba la enseñanza secundaria hubo varias manifestaciones contra la globalización. Sólo participé una vez, y me llevé una gran desilusión porque no entendía cuál era exactamente nuestra queja: todo era demasiado abstracto, demasiado genérico. A decir verdad, la globalización incluso me gustaba: prometía buena música y fantásticos viajes.

Aún hoy, la palabra globalización me desorienta por imprecisa y proteica, pero adivino sus contornos por sus efectos colaterales. Por ejemplo, una pandemia. Por ejemplo, esta nueva responsabilidad compartida a la que nadie puede sustraerse.

Nadie, en efecto: si las relaciones entre seres humanos se representaran con trazos a bolígrafo, el mundo sería un único y gigantesco garabato. En 2020, hasta el ermitaño más estricto tiene su cuota mínima de conexiones. Vivimos, por decirlo de forma matemática, en un grafo enormemente interconectado. Y el virus corre por los trazos de bolígrafo hacia cada rincón.


"Nadie es una isla": aquel trillado verso de John Donne adquiere hoy un significado nuevo y oscuro.

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Aquí una parte en audio:
https://www.megustaleer.com/libros/en-tiempos-de-contagio/MES-119707

La vista desde mi ventana, de Richard Ford.

El escritor Richard Ford, relata su experiencia en la pandemia desde Maine, donde reside, un lugar acostumbrado al aislamiento social, igual que el resto de Estados Unidos (Via El País).

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Vivo al lado del mar. Quiero decir que vivo justo al borde del mar. Desde la ventana del estudio donde escribo puedo tirar una piedra al agua, y lo hago a menudo. Puedo nadar desnudo delante de mi playa sin que nadie me vea. Podría nadar en dirección al lejano horizonte en pleno invierno —en un último aferrarme a la soledad— y nadie se daría cuenta. Vivo en un lugar dichoso para todas mis necesidades terrenales, incluida, supongo, mi transición a la próxima vida.



En estos tiempos de plaga… No, suena demasiado dramático. En estos tiempos de aislamiento forzoso, la verdad es que la costa de Maine, donde vivo (tres horas al norte de Boston [en el noreste de EE UU]), parece no haberse inmutado, relativamente hablando. Las tiendas están cerradas, y también los restaurantes, los colegios y la YMCA [Asociación Cristiana de Jóvenes]. Pero la “cuarentena”, en sentido figurado, es la manera que tiene Maine de salir adelante. Esto queda muy al norte, de camino a ninguna parte excepto Canadá. El resto de la gente está allí abajo. La distancia social es nuestra idea de una comunidad estrechamente unida. Robert Frost, nuestro poeta favorito, escribió un poema al respecto. Decía: “Las buenas vallas hacen buenos vecinos”.


Marx afirmaba que el dinero es el gran agente de separación. Y puesto que, para los estadounidenses, el dinero significa más que Dios, se podría decir que hemos moldeado todo un país a base de distanciamientos. Cincuenta pequeños ducados rivales a los que llamamos “Estados”, cada uno de ellos celoso de sus prerrogativas y sus rarezas. Una economía fortalecida históricamente mediante la separación de una raza de gente con el fin de esclavizarla para obtener beneficios de ello. Un género entero —no el mío—apartado de sus idénticos derechos. Y un largo etcétera hasta nuestra actual xenofobia al comercio y… sí… a la enfermedad infecciosa. Los estadounidenses entendemos de separación. La tomamos a la hora de comer. Solo que la llamamos nuestro excepcionalismo. “Yo cuidaré de mí; tú cuida de ti”. Esto es lo que algunos piensan que hará a Estados Unidos grande otra vez. Tampoco este es mi caso.


Aquí, en Maine, mi esposa y yo caemos de lleno en el grupo de edad más afectado, 74 y 76 años (aunque no tenemos ninguna patología previa, que sepamos). Kristina ha comprado unas cuantas “toallitas” desinfectantes, y yo he repasado a fondo el interior de mi Tahoe todoterreno (el pasado fin de semana sin ir más lejos utilicé el servicio de aparcacoches de un bonito restaurante de pescado, lo cual me ha hecho pensar que el volante podría ser sospechoso). Pasé un paño por mis pesas del gimnasio antes de que este cerrase. Hemos prestado oídos al sentido común que recomienda utilizar jabón auténtico mejor que las pocas botellitas de desinfectante de manos que me quedan (un amigo me mandó una receta para hacerlo yo mismo poniendo algo así como aloe y alcohol en pequeños aerosoles de esos que ya no se pueden comprar en los supermercados). Estamos siguiendo el plan. Aunque, dado que la mayor parte del tiempo estamos en casa, junto al mar (excepto para ir a comprar comida y a la tienda de vinos), nada parece muy diferente.


Y, sin embargo, lo es. Cuando este fin de semana me aventuré a desplazarme al mercado del pueblo (llevaba guantes blancos de plástico para abrirme paso por lo inesperado, las superficies y las asas de las cestas posiblemente contaminadas), casualmente me encontré con mi amigo el corpulento ayudante del sheriff que practica bicicleta estática a mi lado en el gimnasio de la YMCA (la bici que no lleva a ninguna parte, como la llamo yo). “Me imagino que estás bastante acostumbrado a llevar guantes de plástico en tu trabajo como policía”, le dije. “¡Qué va!”, me respondió, alargando una gran zarpa desnuda hacia el envoltorio del queso de plástico y obsequiándome con una contrita sonrisa de poli. “A menos que tenga que recoger partes de algún cuerpo, ya sabes. Que le den. La vida es demasiado corta”. “Sí, supongo”, repuse, sintiéndome un tanto ridículo con mis blanquecinas manos enfundadas en guantes, que parecían las de un cadáver. Después me di cuenta de que mi amigo también podría haber dicho “la vida es demasiado larga” sin que el sentido cambiase demasiado. En fin.


Llevo bastante tiempo pensando que nuestro país se ha vuelto prácticamente ingobernable. Y no solo desde la llegada de Trump, quien, entre sus múltiples felonías, nos hace pensar a mí y a la mayoría de los que no somos unos lunáticos que el país, como mínimo, está gobernado por las personas equivocadas, y tal vez se esté acercando cada vez más a la anarquía, que es, supongo, la separación por antonomasia. La verdad es que hace tiempo que lo pienso; décadas. Y estoy seguro de que otros también lo han pensado. Es cierto que nuestros antepasados fundadores querían que nuestra democracia fuese sólida y precaria al mismo tiempo. E pluribus unum ["De muchos, uno", el lema nacional], etcétera. A lo mejor, a los estadounidenses no se les puede decir nunca lo que tienen que hacer y esperar que lo hagan.


Aun así, no parece que quede mucho sentido común que sea común en ningún sentido. Pensamos que la Constitución nos da el derecho a echarlo todo a perder si queremos y que eso esté bien, como si todos fuésemos pequeños Estados separados. No nos gusta el Gobierno (a mí, personalmente, no me molesta). Y, sin embargo, todos queremos que el Gobierno arregle las cosas cuando las estropeamos. O cuando lo hace la naturaleza, como esta enfermedad que nos está barriendo, matando a nuestros ciudadanos, personas que habrían tenido la posibilidad de sobrevivir si no hubiese sido por unos cuantos jóvenes malhechores que monopolizaron las existencias del desinfectante de manos Purell, lo cual les debió de haber parecido una estupenda idea empresarial, típica estadounidense, hasta que alguien puso sus nombres y sus fotografías en The New York Times y el tren cargado de mierda paró en su estación. La luz del sol suele ser un potente desinfectante, pero ¿hay suficiente luz solar para todos? ¿Podemos saberlo? ¿Cuántos de nosotros, ante la oportunidad de hacernos con la última botella de desinfectante de manos cuando ya tenemos una docena, pensaría antes en el ciudadano que vendrá detrás? ¿Lo haría yo? Me gustaría pensar que sí.


Por supuesto, escribir sobre esto no es lo mismo que tomarse en serio esta emergencia que no tardará en convertirse en una calamidad. Por lo menos, no es lo mismo que tomársela suficientemente en serio. Necesitamos que algo (alguna esencia como el qi, una energía vital que venga de las esferas) circule entre nosotros y todos nuestros exhaustos propósitos. Tal vez en forma de buena ciudadanía pura y dura; la idea de que realmente estamos todos juntos en este desastre, desde Billings hasta Boca Ratón —ya sea subiendo o bajando—, de manera que no nos llevemos la última botella de desinfectante de manos o pongamos en peligro la salud de los demás en un restaurante de lujo solo porque nos ha dado claustrofobia. No creo que sea un estúpido por pensarlo. Creo que es tan solo sentido común.



Paisaje costero en la localidad de Boothbay Harbor (Maine).

Arthur Schnitzler y su relación con Sigmund Freud

*Con propósito de la serie Freud (2020,Netflix)*

Arthur Schnitzler fue un poeta narrador y dramaturgo austríaco. Hoy podríamos considerarlo en este lado del continente como un autor poco relevante, sin embargo, fue amigo de una figura importante que hasta lo elogió: Sigmund Freud.


Estudió medicina en la Universidad de Viena, y asumo yo que por esos mismos años conocería a Freud. Preciso destacar que el padre del psicoanálisis también estudió en dicho lugar. Tuvo al igual que este último, a Theodor Meynert como profesor (también sale en la serie).

Para fundamentar más la amistad tenemos algunos elogios del ilustre: “Durante muchos años he sido consciente del acuerdo de gran alcance que existe entre usted y mis puntos de vista sobre los problemas psicológicos y eróticos [...]. A menudo me he preguntado dónde podría obtener este o aquel conocimiento secreto que obtuve a través de una minuciosa investigación sobre el objeto, y finalmente llegué a envidiar al poeta que de otro modo admiro".


Sigmund Freud escribió en una carta de admiración al autor: "He tenido la impresión de que has aprendido a través de la intuición, aunque en realidad como resultado de una introspección sensible, todo lo que he tenido que descubrir por el trabajo laborioso en otras personas".

Freud se definiría como un «liberal a la antigua usanza», alimentado por la Neue Freie Presse, fundado en 1864, y en el cual colaboraban eminentes intelectuales vieneses: Hugo von Hofmannsthal, Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Theodor Herzl; con los que por supuesto se carteo o intercambio algunas palabras.

(El antiguo Café Griensteidl, punto de reunión de los miembros del grupo Joven Viena, al que perteneció Schnitzler, en una fotografía de la época.)





jueves, 26 de marzo de 2020

Los cinco grandes autores del siglo XX para Fernando Iwasaki y nombra la mejor novela de todos los tiempos...

Georges Perec fue, según Roberto Bolaño, el escritor más importante de la segunda mitad del siglo XX… supongo que no estarás de acuerdo.

El hombre que escribe para media España
-No, pero no porque Perec no lo fuera, sino porque Roberto era tan entusiasta y generoso que le dedicó el mismo elogio a Philip Dick, a Borges, a Saer y a Levrero. Roberto era excesivo en su admiración. Sin ánimo de negociar, para mí los cinco grandes autores del siglo XX fueron Kafka, Borges, Proust, Faulkner y Joyce. Nadie más se les acerca.



*

Para mí, la mejor novela de todos los tiempos sería La cartuja de Parma. Comprendo que es muy antigua y que nos coge bastante a trasmano, pero me continúa fascinando como la primera vez y me sigue pareciendo la mejor novela de amor de la historia. Qué arranque más poderoso, con aquel Fabrizio del Dongo que busca la batalla de Waterloo, sin darse cuenta de que está en medio de la batalla de Waterloo. Y un autor hispanoamericano ¿desconocido aquí?,¿de qué edad?, ¿jovencito él?, ¿jovencita ella?

Fernando Iwasaki reflexiona sobre la idea del Zombie...


Filosofía zombi - Fernández Gonzalo, Jorge - 978-84-339-6325-3 ...Eres columnista de El País Semanal, ABC y otros medios hispanos. En La Razón de México escribes* que «los zombis de las series distópicas podrían ser “burgueses proletarios” europeos huyendo como escapan ahora los sirios».

Creo que es una imagen muy persuasiva. Recuerdo un libro que fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo —Filosofía zombi— donde el autor hacía un análisis de los mensajes que subyacen detrás de todas las ficciones de zombis. Y el caso es que halló alegatos muy sugerentes contra el capitalismo postmoderno, porque el zombi le parecía un feroz consumidor privado de voluntad. Sin embargo, desde otra perspectiva también podríamos decir que los zombis conforman una multitud adocenada que no necesita trabajar porque vive de subsidios. ¿Cuánta gente elegiría una vida subvencionada sin obligaciones laborales, rancho diario, sexo seguro, wifi gratis, ocio infinito y renta universal? Esa vida me parece aterradora y creo que sería otra forma verosímil de convertirse en zombi.


*https://www.razon.com.mx/cultura/el-feudalismo-europeo-del-futuro/

Gioconda Belli escribe un poema en tiempos de coronavirus, inspirada en su hija.

La imagen puede contener: una o varias personas y personas de pieSe me estrujó el corazón esta mañana (26 de marzo) que mi hija me mandó la foto vestida con equipo protector para atender pacientes. Ver la la foto me hizo escribir este poema:


MELISSA Y LA PANDEMIA

Vestida con el traje protector azul
en la cara la visera transparente
la mascarilla en la boca y la nariz
mi hija Melissa
doctora, especialista en medicina familiar
en medicina natural e integrativa
muchacha que desde niña lloraba por los mendigos
y en el primer año de medicina
por los perros que operaba
y los conejillos de indias,
me manda la foto donde parece una astronauta
lista para abrir la puerta y salir al espacio.
“Aquí voy” escribe en el pie de foto
y allá va, mi niña, al frío planeta de la pandemia
en misión de rescate.

De un día al otro, sigiloso y mortal
el virus se hizo carne y habitó entre nosotros
De cuerpo a cuerpo extendió sus puentes:
puntas de los dedos, saliva, el beso, la mano, la cercanía
fueron el inició de su desaforado, inconsciente viaje
transmutándose, transportándose
trastornando la existencia
amenazándola.

Mi hija Melissa tiene dulce voz de soprano.
La quieren los pacientes
Ella los quiere. Hará sus rondas enfundada en ese traje
Oculto su rostro, sus manos
El paciente desconsolado respirando con dificultad
Y ella tranquilizándolo, afirmando la vida.

De un día al otro el mundo se ha inundado de enfermos
Fiebres, tos y la ingrata asfixia
cuando no llega el oxígeno.
Se detienen las ciudades sitiadas
por el enemigo microscópico.
Los aviones en sus hangares.
El cielo despejado, los aeropuertos vacíos.
El silencio en las calles.
El retorno de los jabalíes y venados.
En la noche salen de los balcones
cantos y aplausos.
Salen de los hospitales médicos y enfermeras
agotados.
Los presidentes callan y hablan los científicos.
El mundo cibernético
es un mundo de espejos parlanchines.
Allá mi hijo en Londres.
Allá mis otras hijas en Los Ángeles.
Los nietos encerrados en las casas
recibiendo clases a distancia.
Separados todos.
Prohibido salir de las casas.
Sálvese quien pueda en este cataclismo inesperado.
Cataclismo del cuerpo y del capitalismo.
Cerrá la puerta, que nadie pase
al sancto sanctorum de tu casa.
Tus manos limpias
frotadas con jabón una y otra vez.
El día largo,
las horas haciendo remolinos en la moqueta del piso.
Envidias al gato que no se aburre
de mirar por la ventana.

Pero los escritores leen libros en sus móviles.
Los museos abren sus galerías virtuales.
La ópera se transmite gratis.
Los músicos hacen conciertos sin auditorio.
Jóvenes llevan comida a los viejos.
Vivimos pendientes de Italia, de España,
de los que viven y mueren.

Mi hija Melissa
Doctora, especialista en medicina familiar
en medicina natural e integrativa
se viste como astronauta.
Deja sus niños en casa.
Deja su miedo guardado.
Y va a plantar la batalla
porque mientras quede uno
dispuesto a salvar a otro
no se rendirá la vida
la ciudad
la humanidad
y bajo un cielo lavado
habrá que recomenzar.


Gioconda Belli
26 de marzo, 2020


Fernando Iwasaki comenta sobre los talleres literarios y el acto de escribir.

Fernando Iwasaki
Te definiste en una ocasión como «un lector que escribe». A escribir literatura solo se llega leyendo mucho.


Es cierto, y deberíamos repetir esto muchas veces, porque ahora abundan quienes piensan que basta con matricularse en un taller literario para aprender a escribir sin necesidad de leer. No me considero apto para impartir talleres porque pienso que sería un mal profesor de escritura literaria. Más bien, pondría al personal a leer y casi nunca a escribir. Algunos amigos me cuentan que a ciertos alumnos suyos no les interesa la lectura porque no quieren contaminar su estilo; pero sin ánimo de ser aguafiestas pienso que solo un buen lector puede llegar a ser escritor.







viernes, 20 de marzo de 2020

Patricio Pron comenta sobre la quema de libros y un monumento.

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...Ante la inexistencia de un listado de obras contrarias al nacionalsocialismo, los organizadores de las quemas recurrieron a una “lista negra” confeccionada años atrás por un bibliotecario berlinés de veintinueve años llamado Wolfgang Herrmann, quien había listado por iniciativa propia todas aquellas obras de la biblioteca en la que trabajaba que consideraba comunistas y liberales. La lista de Herrmann incluía seis apartados: ficción, que recogía primero setenta y un y luego ciento veintisiete autores y cuatro antologías; historia, cincuenta y un autores y cuatro volúmenes colectivos; arte, ocho obras y cinco monografías; política y ciencias sociales, ciento veintiún autores y cinco anónimos; historia de la literatura, cinco autores; y religión, filosofía y pedagogía, con veintidós autores en total. Aunque su lista fue funcional a los intereses del partido gobernante, Herrmann no pudo obtener ningún beneficio del favor realizado: dos pequeños deslices –la recomendación de un panfleto contra Hitler y una opinión no particularmente positiva sobre Mi lucha– llevaron a que se lo desplazase a Königsberg; más tarde fue llamado a filas y murió en 1945. Para entonces, la lista que había confeccionado se componía de ciento cuarenta y nueve autores y doce mil cuatrocientos títulos que comprendían lo mejor de la literatura en lengua alemana. Buena parte de los autores incluidos en ella estaban prohibidos tanto en el Reich alemán como en Estados Unidos, aunque en ambos sitios por razones diferentes.


En su magnífico Buch der verbotenen Büchern (Libro de los libros prohibidos, 2012), Werner Fuld se asombra de “la rapidez y la radicalidad con la que una nación de cultura [en referencia a Alemania] se despidió de sus valores” con la quema de libros (97; mi traducción). Quizá su asombro sea desproporcionado si se considera la cultura de una nación –y, por supuesto, su literatura– el resultado de los movimientos contradictorios de la creación y de la destrucción, de la preservación y la eliminación, de la civilización y la barbarie. Visto de este modo, no resulta particularmente sorprendente que las hogueras de mayo de 1933 fueran visitadas y alimentadas por miles de alemanes. Allí donde fueron quemados los libros, en la Opernplatz de Berlín, hoy llamada Bebelplatz, existe en la actualidad un monumento del escultor israelí Micha Ullman singularmente discreto y, por ello mismo, conmovedor: a través de una ventana colocada entre los adoquines de la plaza el visitante puede contemplar una biblioteca cuyos estantes permanecen vacíos; es una imagen desoladora del vacío cultural y moral que dejaron en Alemania las hogueras de 1933 y la persecución y el asesinato de los autores alemanes judíos y no judíos. Una placa en el suelo recuerda la famosa frase de Heinrich Heine recogida en su pieza teatral Almansor (1821): “Aquello solo fue un preludio: allí donde se queman libros, se terminan quemando también personas” (Fuld 103; mi traducción).


Ejercicios De Estilo, de Raymond Queneau

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Descargar:

jueves, 19 de marzo de 2020

Cesar Aira habla de una de las razones para hacerse escritor


 ¿para qué querría conocerme a mí mismo habiendo tanto que descubrir y explorar y disfrutar en el mundo? Sería perder el tiempo. Creo que si me hice escritor fue para poder tomarme vacaciones de mí. Y escribí mucho, así que no vale la pena buscar, porque debajo de un disfraz siempre hay otro disfraz.

*
Cuando me siento en vena confesional ubico la acción en épocas y lugares remotos para poder contar más descubriéndome menos. Pero también he encontrado ahí una dificultad que enriquece el texto: al cuidarse de los anacronismos flagrantes hay que mantener una vigilancia constante, y uno no se deja llevar por la facilidad de la charla.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Blogs sobre libros


La memoria del bolsilibro
https://bolsilibrosmemoriablog.wordpress.com/

Acoso textual
http://acoso-textual.blogspot.com/

Stephen King dice que el coronavirus no es como su novela THE STAND

Resultado de imagen para Stephen King the stand marvelEn su cuenta de Twitter publicó:“No, Coronavirus no es como The Stand. No está ni cerca de ser tan grave. Y es eminentemente sobrevivible. “Mantengan la calma y tomen todas las precauciones razonables”.


A todo esto sumo la página:
https://maldita.es/coronavirus/

Encargada de desmentir bulos, y que por ahora tiene varias entradas sobre el Covid-19 (Coronavirus) y lo que circula en redes.








sábado, 14 de marzo de 2020

EL ICEBERG, de Zelda Fitzgerald (historia corta, 1918)

Cornelia miró por la ventana y suspiró, no porque estuviera particularmente infeliz, sino porque había mortificado a sus padres y decepcionado a sus amigos. Sus dos hermanas, más jóvenes que ella, se casaron y se establecieron de por vida hace mucho tiempo; sin embargo, aquí permaneció a los treinta años de edad, como una manzana tardía o un botón de soltero desvaído, olvidado y sin que valiera la pena. Su padre no la regaña. Él amablemente sugirió que quizás Neilie haría más por sí misma si el resto de la familia la dejaba sola. Su hermano dijo: "Cornie es una buena chica y lo suficientemente guapa, pero no tiene magnetismo. Un compañero antes podría tratar de abordar un iceberg”. Por todo eso, el gato de la familia la encontró lo suficientemente receptiva, y el pequeño fox-terrier la adoraba bastante, por no decir nada de un arrendajo azul que insistía en una disputa amistosa cada vez que ella robaba a su refugio en el antiguo jardín sureño. Su madre dijo: “Cornelia no es comprensiva. Ella mira a un hombre con sus pensamientos a miles de kilómetros de distancia, y la vanidad de ningún hombre lo tolerará. ¿De qué sirven la ropa hermosa y el genio musical si la humanidad se queda fuera? ¡No! ¡No! Cornelia nunca se casará, Cornelia es mi desesperación.

Ahora Cornelia a veces se cansaba de la desaprobación y se resentía. "Madre", decía ella, "¿es el matrimonio el fin y el objetivo de la vida? ¿No hay nada más en lo que una mujer pueda gastar su energía? La hermana Nettie está atada a un clérigo y, entre cuidar al bebé y llegar a fin de mes, parece mayor que yo. La hermana Blanche encuentra tan poco consuelo en un marido malhumorado que la ha llevado a misiones extranjeras y sufragio para divertirse. Si soy una propuesta económica, recurriré a los negocios ".
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Entonces, sin más preámbulos, ella tomó un curso en secreto en una universidad de negocios y les enseñó a los dedos que se habían formado sobre Chopin y Chaminade a ser igualmente diestros en la máquina de escribir. Sus ojos parecían agrandarse y volverse más luminosos mientras miraba los jeroglíficos de la estenografía. 

"Esa señorita Holton es una maravilla", dijo el gerente de la universidad. "Sí, es un fracaso social, pero apuesta justamente por ser un éxito empresarial", coincidió un joven que una vez había caído en su indiferente cuidado.

En ese momento sonó el teléfono.  Se escuchó un “¡De inmediato, dices! Espera un momento, ya veré ". Dirigiéndose  hacia su escritorio, él gerente dijo: “Señorita Holton, la considero bastante eficiente como alumna. ¿Le gustaría contestar una llamada de emergencia? La firma de Gimbel, Brown and Company desea un taquígrafo de inmediato. ¿Qué dices?"


"¿Qué digo? ha dado en el clavo. Déjame quitarme el sombrero y me voy ".

"Bueno", dijo el gerente, "me gusta una chica que sabe lo que quiere".

¡Si su madre hubiera podido escuchar eso! Quizás, después de todo, Cornelia siempre había sabido lo que quería, y no pudo encontrarlo. Quizás, después de todo, una ecuación social en pantalones no había sido exactamente lo que Cornelia anhelaba. Quizás, después de todo, Cornelia buscaba la autoexpresión. En cualquier caso, no perdió tiempo en encontrar a Gimbel, Brown and Company, y no se horrorizó de que se tratara del poderoso multimillonario Gimbel que necesitaba sus servicios.

"Señorita Holton, ¿usted dice? Cornelia Holton, la hija de mi viejo amigo, ¿Dan Holton? ¡Por qué bendecir tu corazón, toma asiento! ¡Esto es tan repentino! ¿Cuándo entraste al mundo de los negocios, orando?"

Cornelia no se sintió avergonzada. Con su habitual seriedad directa, dijo: "Sí, soy Cornelia Holton, y estoy en el negocio para quedarme. Si la arena está llena de toros y osos, estoy aquí para luchar. ¿Qué puedo hacer por usted, señor Gimble?".

 Con un brillo en los ojos y una pequeña sonrisa extraña, empujó hacia ella la pila de papel cubierto de nieve y le comenzó a dictar. Por Norte, sur, este y oeste los mensajes volaron, y los dedos de Cornelia volaron con ellos. Blancos, esbeltos y bien formados, adornaban la máquina como si fuera el piano y, cuando llegó la hora del almuerzo, su rostro se sonrojó y los pequeños rizos marrones se aferraron a su frente con un ligero esfuerzo de humedad. ¡Cornelia era hermosa en su primera conquista sobre la máquina de escribir!


Cuando se levantó para irse, se sonrojó y tartamudeó: "Gimble, te agradeceré que no les cuentes esto a mis padres. No tienen conocimiento de mi emprendimiento y estarían horrorizados. Ya sabes, nada tiene más éxito que el éxito. He sido un fracaso el tiempo suficiente". Ella sonrió cuando se fue, la vieja gracia del desagradable salón de baile se aferró a ella a pesar de su firme determinación.

"Bueno, ¡por Dios!" exclamó el señor Gimble. "¡Por su encanto!" él reiteró, "¡quién pensaba que una mujer Holton entraría en el negocio! ¿Por qué, la madre de esa niña fue la más bella belleza que esta ciudad haya producido? Bueno, tal vez no pudo casarse ". Entonces él también se fue pensando en la pequeña esposa que había muerto años atrás y en el gran vacío que había ocupado su lugar y que había tratado de llenar de dinero.

Pasaron varios meses. Los Holton se sorprendieron cuando Cornelia anunció el éxito de su negocio, y estaban nuevamente en el camino normal de la vida. El gato dijo: “¡Te lo dije! ¡Sabía que tenía el elemento de éxito en ella! El perrito ladró: “¡Se fue! Siempre supe que no movía la cola por nada ". El chara azul gritó ruidosamente: "Aw, vamos ahora y terminemos nuestra disputa. Puedes construir un nido si puedo, y también puedes formar una familia, si lo intentas. ¡Ah vete! Pero eso no fue nada de lo que dijo el mundo de la sociedad cuando Cornelia Holton y James G. Gimble caminaron en silencio hacia el estudio del Reverendo Devoto Divino* y se hicieron uno, incluso: para los millones y la famosa granja también era un palacio de arte y estética. refinamiento.*

La puerta principal se abrió y entraron las desaliñadas hermanas, gritando: "¡Mamá, mamá, Cornelia, la vieja criada, nos ha casado a todas!" FIN.

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Notas:
* Hay algo extraño o faltante en esta oración: el sentido es que Gimble y Cornelia se hacen uno, hasta sus millones y la famosa granja. Creo que la "víspera" debería ser "pareja" - Eleanor Lanahan
*Intento comprender eso del Reverendo...


"En 1918, Zelda Sayre, más tarde Zelda Fitzgerald, ganó un premio por esta historia, que publicó en el Diario Literario Sidney Lanier High School. Tenía diecisiete o dieciocho años cuando lo escribió; pronto conocería a F. Scott Fitzgerald, su escotilla de escape del mundo restrictivo de Montgomery, Alabama, en una vida tumultuosa de lucha literaria. La historia fue descubierta recientemente (2013), y la finca Fitzgerald se sorprendió al enterarse de su existencia. La heroína de "The Iceberg" es Cornelia, una joven valiente de una familia aristocrática del sur, sin perspectivas de matrimonio, que decide buscar su destino en la universidad de negocios. Ella impresiona a un hombre rico con su mecanografía diestra, y, sin decirle a su familia, se casa con él. Cuando la nieta de Zelda Fitzgerald, Eleanor Lanahan, leyó la historia, ella dijo: ¿Quién sabía que Zelda escribió historias antes de que Scott entrara en su vida? ¿Quién sabía que le daría a una chica trabajadora el destino más feliz? Esta es una encantadora historia de moralidad. Irónicamente, el hecho de que Cornelia termine con un marido rico es su mayor éxito. Esta es realmente una historia fascinante: sobre Zelda, el Sur y las expectativas de las mujeres en 1917 más o menos ”. El tono es alegre, guiñando un ojo e irónico, y la historia parece presagiar algunas de las tensiones en la vida de Zelda: entre la independencia y el enredo con un hombre, el gemelo y, a veces, los deseos conflictivos de escribir y ser admirado, y el presiones de una búsqueda del tipo correcto de autoexpresión.(Hemos conservado la mayoría de los errores ortográficos y tipográficos originales)"









En inglés:

jueves, 12 de marzo de 2020

Obras de/sobre Zelda Fitzgerald

La producción literaria de ZeldaFitzgerald abarca once historias breves, doce artículos, una obra de teatro, las cartas a Scott Fitzgerald, y la novela Save Me The Waltz.

Historias Breves: Our Own Movie Queen, The Original Follies Girl, Southern Girl, The Girl the Prince Liked, The Girl with Talent, A Millionaire´s Girl, Poor Working Girl, Miss Ella, The Continental Angle, A Couple of Nuts, Other Name for Roses. 

Artículos: Friend Husband´s Latest, Eulogy on the Flapper, Does a Moment of Revolt Come Sometime To Every Married Man?, What Became of the Flappers?, Breakfast, The Changing Beauty of Park Avenue, Looking Back Eight Years, Who Can Fall In Love After Thirty?, Paint and Powder, Show Mr. and Mrs. F. To Number-, Auction- Model 1934, On F. Scott Fitzgerald. Letters to Scott Fitzgerald. 

Obra de teatro: Scandalabra: A Farce Fantasy in a Prologue and Three Acts.
Novela: Resérvame el vals. 

Tiene una novela inacabada: Caesar´s Things



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Víspera. Por: Lunardi, Adriana (Biblio Uartes) BR869.3 L961v 33860

Tesis: 
Zelda Sayre: la flapper olvidada, de  Esther Corral Gómez

viernes, 6 de marzo de 2020

Séneca comenta sobre la vejez y el suicidio.

...No abandonaré la vejez en el caso de que me conserve íntegro para mí mismo, pero íntegro en aquella parte más noble; por el contrario, si comienza a perturbar mi inteligencia, a desquiciarla en sus funciones, si no me permite ya vivir, sino respirar, saltaré fuera de un edificio descompuesto y ruinoso.

No rehuiré con la muerte la enfermedad en tanto sea curable y no perjudicial para el alma. No me haré violencia con las manos a causa del sufrimiento: morir así supone ser vencido. No obstante, si me doy cuenta de que he de sufrir constantemente el dolor, partiré, no por causa de él, sino porque me va a poner obstáculos para todo aquello que motiva la vida. Es débil e indolente quien a causa del sufrimiento decide su muerte, necio quien vive para sufrir.

jueves, 5 de marzo de 2020

George Steiner y la patria real del escritor, de Fernando Iwasaki (columna sobre escritores extraterritoriales)

Uno de los innúmeros legados de George Steiner es el concepto de “extraterritorialidad”, acuñado para analizar la obra de aquellos escritores cuya lengua literaria no es la materna o que carecen de patria como consecuencia del exilio, el desarraigo o el multilingüismo. Así, en el ensayo central de su libro Extraterritorial: ensayos sobre literatura y la revolución lingüística (1971), Steiner reflexionó sobre las obras de Samuel Beckett —quien nació en el inglés y escribió en francés—, Vladímir Nabokov —quien nació en el ruso y escribió en inglés— y Jorge Luis Borges, quien nació en el español y escribió en español pero a través del inglés. Como no se trata de discutir sobre Steiner, sino de inspirarse gracias a Steiner, podríamos zanjar este asunto comparando la educación inglesa de Borges con la educación latina de Michel de Montaigne, quien también habría sido extraterritorial por las mismas razones.

En realidad, aquel maravilloso ensayo de Steiner debería servirnos para pensar si en español disponemos de autores extraterritoriales que hayan elegido nuestro idioma como lengua literaria, tal como el polaco Conrad escogió el inglés o el checo Kundera el francés. Y el caso es que los ejemplos abundan, comenzando por autores como el alemán Máximo José Kahn, el francés Max Aub y el rumano Vintilă Horia, por no hablar del suizo Alejo Carpentier, el italiano Alejandro Rossi o el francés Paul Groussac.

¿Y no serían extraterritoriales también los escritores que nacieron en el seno de familias inmigrantes que hablaban el español en sociedad y una lengua distinta dentro de casa? Pienso en las infancias extraterritoriales de Roberto Arlt, Juan Gelman, Ernesto Sabato, José María Arguedas, José Watanabe o Alejandra Pizarnik, quienes construyeron su identidad literaria mientras enriquecían la lengua española. De hecho, el número de autores que eligen el idioma de Borges y Cervantes para escribir sus poemas, ensayos y narraciones no ha dejado de crecer, pues en castellano escriben la rumana Ioana Gruia, la polaca Aleksandra Lun, la estadounidense Lorraine Ladish, la niponalemana Anna Kazumi Stahl, el italoegipcio Fabio Morábito, el húngaro Kalman Barsy, el checo Mirko Lauer, el marroquí Mohamed El Gheryb, el chino Siu Kam Wen y la francesa Elena Poniatowska, ­premio Cervantes 2013.

La autora de La noche de Tlatelolco (1971) no es la única galardonada con el Cervantes dentro de mi apresurado inventario de escritores extraterritoriales en español, aunque llegados a este punto resultaría conveniente hacer hincapié en que la lengua española es una maravillosa lengua de acogida para hablantes de todo el mundo. América Latina, por ejemplo, ha recibido a tantas familias de origen asiático, africano y europeo que por eso a nadie le extraña que algunos de los grandes nombres de las letras latinoamericanas contemporáneas tengan marchamo “extraterritorial”, como Samanta Schweblin, Valeria Luiselli, Liliana Colanzi, Andrea Jeftanovic, Lina Meruane, Andrés Neuman, Jorge Volpi, Carlos Yushimito, Maximiliano Matayoshi, Eduardo Halfon o Rodrigo Hasbún.

Sin embargo, el fenómeno extraterritorial más conmovedor e interesante lo protagoniza ahora mismo J. M. Coetzee, cuya última obra —Siete cuentos morales (2018)— no sólo se publicó primero en español, sino que el premio Nobel sudafricano ha emprendido una rotunda inmersión literaria y lingüística en Chile y Argentina.

Gracias a Steiner, los hispanohablantes somos capaces de leer a autores de nuestra lengua y saborear —como una epifanía— el eco remoto de Babel. 

lunes, 2 de marzo de 2020

Memes de marzo de 2020

A finales de Febrero se dio paso a esto:
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"La imagen puede contener: una persona, texto que dice "Si eres hombre toca aqui chinga a tu madre"


También a este meme
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La imagen puede contener: texto que dice "Así como el filósofo debe saber qué es la Filosofía, el poeta debería saber qué es la poesía poesía eres tú Bloqueado por puñetas"  La imagen puede contener: texto que dice "Cualitativo cuantitativo No necesitas estadística en las ciencias sociales BLOQUEADO"

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https://www.facebook.com/esdepolitologos/photos/a.352126051648587/1327868084074374/?type=3&theater  sociólogo  Erving Goffman

. Otros temas:
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La imagen puede contener: texto  La imagen puede contener: una o varias personas y exterior, texto que dice "JULIO 2020"

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finales

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a finales de mes se volvieron populares los videos de personajes negran bailando con un ataud 
El chat viendo toser a orson : orslokx


También se puso de moda houseparty, parchis, y Animal Crossing.

La imagen puede contener: texto que dice "Estar encerrado es horrible ¿ Tú también estás harto de estar encerrado verdad? metapodparapresidenteoficial Ay si Bart, qué triste"

domingo, 1 de marzo de 2020

Referencias del álbum YHLQMDLG de Bad Bunny

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1. Si Veo A Tu Mamá 

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"Solo comparto memes, ya yo no escribo nada (Damn)". Referencias a los memes.
También se usa, supuestamente, un sample de The Girl from Ipanema

2. La Difícil 
"Tú la ve' en el VIP, modelo como Hadid    (Referencia a la modelo  Gigi Hadid)
 Invicta como Khabib    (Referencia al luchador  Jabib Nurmagomédov)
Má' de cien cabrone' que ella deja en read (Read) 
 A vece' la' rola' y la weed (Weed)     - ¡A la droga pues! “Rola” es jerga para el MDMA, también conocido como éxtasis. 
Una estrella porno, chinga como Riley Reid (Wuh)" (Referencia clara)


La actriz principal del video es: https://www.instagram.com/keepingupwithyuli_/





3. Pero Ya No 
“a mí ya no me “catchas”, no soy un Pokemon”  (Referencia clara, juega con el Catch, que es la acción de ser atrapado en el universo de los Pokemones)


4. La Santa 




5. Yo Perreo Sola 
"Una malcriá' como Nairobi (Jaja)" Referencia al personaje de La Casa de Papel. 
"No cree en amor desde "Amorfoda" (No)". Referencia a su anterior canción.

"Los phillie' en las Louis Vuitton los guarda".  (Referencia a la merca de ropa)





6. Bichiyal

"Bichiyal".
Una persona que piensa muy bien de sí misma. Se siente la mejor persona del lugar, no habla con ciertas personas en función de su etnia o clase social.

Aunque la escritora Frances Solá-Santiago, dice que el término “bicha” alude a las mujeres que le gustan las apariencias, verse bien, prefiere marcas de lujos y salidas caras; y “yal” se utiliza para hablar de una mujer de manera despectiva como “una chica de clase baja” pero que ahora es usado por las mujeres para “empoderarse” ante las críticas de “una sociedad clasista, machista y racista”.


"Un corillo de bandolera' Quieren perreo la noche entera".
(Corillo es un grupo de personas o amistades, cosas de boricuas.  Bandoleras, pues alude a que son ladronas del camino, del ruedo).

"Le gusta montarse en los banshee y chillar".
(Los Yamaha Banshee 350 (YFZ350) son vehículos todo-terreno fabricados en Japón desde el 1987 hasta el 2012. En Puerto Rico han sido vehículo de preferencia para divertirse en la calle y han sido motivo de controversias por su utilización en vías públicas. 
Han inspirado canciones como “Banshee Robao” de O.G. Black & Master Joe).

Cuando Bad Bunny usa "Bichiyal", es una forma de reinvidicar a las mujeres que vienen "desde abajo". No lo hace de forma despectiva, como se suele hacer.

“Las otra mordía', no las deja brillar”. 
“Mordía” es argot para alguien que es amargo. Básicamente, Bad Bunny señala que unas otras las han hecho de menos, a las del grupo de protagonistas.

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En el puente, Yaviah reutiliza una frase de uno de sus clásicos, “En La Mía”.
En el estribillo de dicha canción, Yaviah canta:

En la mía con n-o-t-a
Sin g-o-t-a, si quiere' chotear
Yo estoy perreando en tu t-o-t-a
Cada vez que me das siento la humedad
Te doy duro como r-o-c-a
Pa' derramar el licor en tu c-o-p-a
Mami, yo quiero besar tu b-o-c-a
Hasta dejarte l-o-c-a sin r-o-p-a

En la de "Bichiyal" dice:

En la suya con N-O-T-A
Y T-R-O-P-A, yo sé que se va
No quiere anillo, ni S-O-G-ACasi soltera, no quiere estar amarra'
En la suya con N-O-T-A
Y T-R-O-P-A, yo sé que se va
No quiere anillo, ni S-O-G-A
Casi soltera, no quiere estar amarra' (Jaja)


El "gato" creo que es referencia a Yaviah.


Solía

La Zona


Qué Malo

Vete
"Si te vas, yo quiero saber si tú te vas
Mami, cuando tú quieras, cuando tú quieras, yeh, yeh"
(Referencia/calco a 2 líneas de “Si Te Vas”, una canción de Noriega y Kartier).

"Ya no hay más Christian Lou ni los traje' en satén" (Referencia a Christian Louboutin, un diseñador de moda francés).

"Así que vete lejo', dile al diablo que te envíe el pin".
(Frase con contexto temporal, actualmente no nos pasamos el Pin, fue una práctica con los blackberrys para comunicarnos entre celulares. Los vídeos musicales del album tienen una mirada sobre elementos pasados. En el de "Vete" vemos a dos padres, uno de ellos se va, se separan. Esto lo ve un niño. En posteriores vídeos vemos al niño solo con su madre).








Ignorantes

A Tu Merced


Una Vez

Safaera

25/8
“El blanquito bobo que estudiaba en el CUTA” ( Siglas del Colegio Universitario Tecnológico de Arecibo (CUTA).




Está Cabrón Ser Yo 
Puesto Pa' Guerrial 

18.  P FKN R 

 19. Hablamos Mañana

"Una onceta de krippy, con eso me calmo (¡Wuh!)" (El krippy o cripy es una cepa de marihuana modificada genéticamente; es muy popular en países latinoamericanos como Colombia y Chile. Uno de los efectos de esta droga es la relajación que provoca al fumarla, razón por la que Bad Bunny la menciona).

"Cada coro que tiro se convierte en Salmo (Amén)". (Referencia al libro de los Salmos, Bibilia).

"Una cubana en el cuello, la otra en cuatro (Wuh, woo)". (Benito juega con los significados de la palabra “cubana”, pues ésta puede hacer referencia tanto a una cadena de eslabones cubanos, como a una mujer de origen cubano).
Figura literaria: metonimia.


"Hielo en la cadena (Ice), Sub-Zero (Uh)".
En esta línea de  Pablo Chill-E se está refiriendo a las llamadas “cubanas” o cadenas de oro, las que al ser bañadas en oro blanco o incrustadas con diamantes quedan con aspecto parecido al hielo, dándoles un aspecto invernal.

"Siempre estoy ficha'o, movemo' cash, movemo libra' (Wuh; ey)".
En Chile el término “estar fichado” viene de ser o estar “ficha”, palabra que se utiliza para referirse a alguien que sobresale realizando alguna actividad. Este también puede usarse para hablar de alguien que se dedica a actividades delictivas.

Menciona su habilidad para traficar libras de drogas mediante aduana y recibir mucho dinero a cambio, distinguiéndose de entre los demás narcotraficantes.

"Y porque me la perreo como en una marquesina (Yah, ah, wuh)". 
Referencia a los llamados “party de marquesina”. Este término se refiere al nombre que reciben las fiestas underground en que principalmente se baila al ritmo del reggaetón en Puerto Rico.


"Lleno de oro, papi, parezco El Cigala" (Canta Duki).
Una referencia a Diego El Cigala, cantaor de flamenco español de etnia flamenca. El Cigala se ha caracterizado por su afición a las prendas y accesorios de oro, usando desde cadenas y numerosos anillos en cada dedo.

"Esto es moda, no es un chaleco antibala"  (Canta Duki).
En varias ocasiones Duki ha vestido ropa de la marca de diseñador Roberto Sanchez Style, de la cual también es embajador. Su prenda favorita, o la que más usa, son los chalecos, los cuales tienen un diseño parecido a los chalecos antibalas, usados por las fuerzas policiales.