sábado, 23 de noviembre de 2019

David Bowie: LOS 100 LIBROS QUE CAMBIARON SU VIDA.

Según me documento, esta lista nace en la presentación David Bowie en el Victoria and Albert Museum; para él representaba los más significativos de su vida.


La naranja mecánica (1962), Anthony Burgess.

El extranjero (1942), Albert Camus.

La conjura de los necios (1980), John Kennedy Toole.

Awopbopaloobop Alopbamboom: Una historia de la música pop (1969), Nik Cohn.

Infierno (Circa 1320), Dante Alighieri.

La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2007), Junot Díaz.

El marino que perdió la gracia del mar (1963), Yukio Mishima.

Antología poética (2009), Frank O’Hara.

Juicio a Kissinger (2001), Christopher Hitchens.

Lolita (1955), Vladímir Nabokov.

Dinero (1984), Martin Amis.

Sexual Personae: Arte y decadencia des de Nefertiti a Emily Dickinson (1990), Camille Paglia.

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Según recoge el diario Independent:
"La lista original también incluye breves detalles de cada uno de los libros mencionados. Por ejemplo, su copia de la Ilíada es un libro de bolsillo de finales de la década de 1970, su El señor Norris cambia de tren  de Christopher Isherwood es un Pinguin de la década de 1960 en lugar de la primera edición de 1935, y el libro En el castillo de Barba Azu de George Steiner es un tapa dura de principios de la década de 1970". 

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viernes, 15 de noviembre de 2019

La lectura que hace Antonio Muñoz Molina de Lolita

Al menos una entrevista forma parte de la historia de la literatura. Se la hizo Bernard Pivot a Vladímir Nabokov, en su programa de televisión, Apostrophes, en mayo de 1975, y se ha publicado ahora en un libro de prosas sueltas, Think, Write, Speak, en una edición de Anastasia Toltoy y Brian Boyd. Boyd contó la vida y los libros de Nabokov en los dos tomos de una biografía que es de las mejores que pueden leerse de un escritor. A lo largo de la conversación, Nabokov iba bebiendo una taza de té que Pivot rellenaba de vez en cuando, no sin ceremonia, con una tetera. La tetera, cuenta Boyd, estaba llena de whisky. Preguntas y respuestas fluían con una agudeza admirable, sin duda avivada por el contenido de la tetera, y también por el hecho de que Nabokov había sabido las preguntas con mucha antelación y en realidad estaba leyendo las respuestas, escritas meticulosamente a lápiz en esas fichas de cartulina que le gustaban tanto, y que en este caso quedaban mal que bien disimuladas por los libros dispuestos sobre la mesa del estudio. Leídas ahora, al cabo de tantos años, son muestras de brevedad resplandeciente de la prosa de Nabokov, animadas por un impulso de oralidad y hasta de ese humorismo esquinado que era tan suyo, y que en un momento dado le lleva a hacer una definición de lo que para él es un novelista: “Un feliz inquilino de una torre de Babel de marfil”.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Patricio Pron escribe sobre el “derrumbamiento” y muerte del autor, y de Mallarmé

En Francia ha sido, sin duda, Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la necesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario; para él, igual que para nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla; escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad […] ese punto en el cual solo el lenguaje actúa.
No deja de ser paradójico que el “derrumbamiento” del autor sea promovido por los propios autores. 

Al parecer, Barthes no explicó en ninguna ocasión por qué esto sucedería de este modo, y puede que haya cuestiones sociales y económicas –al tiempo que psicológicas, pero sería absurdo fundamentar la “muerte” o la “pulsión de muerte” del autor en su propia psicología– que hayan contribuido en su momento al surgimiento de esta especie de tradición negativa en la literatura moderna. A pesar de ello, parece ineludible pensar en el abandono de la concepción romántica de la literatura y la autoría como en un seísmo. Al tiempo que un cierto sistema de interpretación de la producción literaria cuyo centro era la figura del autor individual –y cuyo presupuesto era la capacidad de ese autor para crear obras dotadas de sentido en el marco de un mundo principalmente legible y mensurable– era reemplazado por otro en el cual “la voz narrativa del escritor se borraba, cediendo […] la iniciativa a las mismas palabras” (Gache 37), un puñado de procedimientos y tendencias desplazaban al autor del centro mismo de la producción literaria, debilitando la autoridad de la que surge su nombre.

Jorge Dávila Vázques habla de su libro de poesía "Personal e intransferible".

¿Qué es este libro?
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Un largo canto sobre la palabra y sus revelaciones. En torno a su presencia y su tormentosa ausencia. Un vasto poema marco en el que se van insertando otros poemas, ya breves, ya más o menos extensos, hasta formar una sola voz coral. Una meditación sobre el ser humano y lo que Dávila Andrade llamó la "presencia". Un texto gozo-so, que, sin embargo, se torna, de pronto, amargo, oscuro. Una evocación que quiere rescatar, por obra del verbo, emociones, recuerdos, olvidos, el prodigio del arte, las memorias amadas, dibujar los rostros, las figuras, evocar las voces, todo aquello que ha ido destruyendo el paso implacable del tiempo. Un tributo a la poesía, parte esencial de la vida y de mi vida; la poesía, que para mí nunca ha sido discurso hermético, expresión indescifrable, si no forma de comunicación, declaración de amor, modo de estar en el mundo, solo o acompañado; canto y lamen-tación, exultación de alegría y tiniebla de dolor, que se hizo siempre, milagrosamente, y por sobre todas las cosas, PALABRA.



J.D.V

Rafael Sánchez Ferlosio opina sobre Enrique Jardiel Poncela

Hacia 1946 entré a formar parte del grupo de amigos de mi hermano Miguel, pero rompí con ellos el día en que decidieron asaltar una iglesia protestante. A mí me parecía una barbaridad. Así que pasé luego dos años solo, hasta que constituí una fratría con Aldecoa y el grupo Arte Nuevo, que eran Alfonso Sastre, José María de Quinto, Medardo Fraile, algo más tarde Fernández Santos... En la pensión de Aldecoa, hacia 1951, comencé a leerles lo que llevaba escrito de Alfanhuí. Siendo casi todos hombres de teatro, tenían una admiración grande por Jardiel Poncela y empezaron a sentarse con él, pero a mí me parecía el ser más odioso, arbitrario y estúpido que se pueda imaginar, de modo que también me retiré bastante de ellos.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Patricio Pron reflexiona sobre los juicios que se hace a las obras en tiempos de internet

Resultado de imagen para Patricio pron internetLa noción de valor del arte se ve profundamente modificada por su disponibilidad, contraria a las leyes pulsionales que hacen que solo otorguemos valor a aquello de lo que no disponemos, y por su aparente gratuidad, que supone un desplazamiento del beneficio que devenga el consumo artístico, que pasa de manos de sus productores (autores y negocio editorial, en este caso) a las de las compañías tecnológicas y a las empresas de telefonía, que comercializan el acceso a los contenidos. Una nueva generación por completo “nativa” del entorno digital se ha habituado ya a no interrogarse acerca de quién o qué es el autor. La “memificación” del contenido, artístico o no, hace que (afirman algunos) nociones como “propiedad” y “autoría” carezcan de utilidad en el ámbito de las redes sociales, como pondrían de manifiesto las numerosas apropiaciones y plagios que pueden encontrarse en ellas. La idea que estas propician de que todas las personas dispondrían de las herramientas para expresarse (y de algo para decir) entra en relación con dos conceptos nunca verbalizados del todo pero especialmente visibles en ellas: el de que el contenido “es” de quien lo comparte, no de su autor o autora, y el de que no es necesario dotarse de ningún tipo de formación para enjuiciar una obra artística porque lo importante en ella no es el modo en que da cuenta de sus condiciones sociales de producción, manifiesta cierta maestría, produce sentido, se constituye en experiencia, nos permite comprender mejor la forma en que vivimos y quiénes somos o cualquier otra cosa, sino la forma en que “conectamos” con ella, es decir, la respuesta emocional que esta nos produce. 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Luis Goytisolo escribe sobre Dante Alighieri

La poesía provenzal influyó especialmente en Italia a partir de la Toscana, y es allí, precisamente, donde surgirá una literatura que por su novedad, amplitud y profundidad habrá de constituirse en plataforma de una nueva concepción de lo literario en sus más diversos géneros. La obra de Dante es indiscutiblemente su piedra angular, y La Divina Comedia, una referencia cuyo influjo iba a persistir a través de los siglos. Por otra parte, resulta inevitable establecer una relación entre la obra de Dante y lo que fue su vida; dejando aparte a Beatriz, su papel en los enfrentamientos entre güelfos y gibelinos, su condena a la hoguera, su destierro. En este sentido, la adscripción de los castigados por la divinidad a los sucesivos círculos infernales, por ejemplo, es un claro reflejo de sus íntimas convicciones; así, al situar a Mahoma y a Bruto en lo más profundo, nos está mostrando su aversión a los mahometanos y su admiración por Julio César. 

Pero lo que ahora nos interesa es la obra en sí, un extensísimo poema —o, si se prefiere, un relato en verso— que es al mismo tiempo un viaje interior, un acto de redención, que el autor intenta transmitir al lector para que éste lo interiorice. Nada más expresivo, en este sentido, que el propio comienzo de la obra.

Cristina Morales responde a cómo llegó a los personajes de su novela "Lectura fácil".

La escritora Cristina Morales, autora de «Lectura fácil»Yo trabajo con personas con discapacidad, sobre todo física pero a veces también intelectual, a través de la danza. Tengo por una parte una compañía de danza, que se llama Iniciativa Sexual Femenina, que somos tres chicas, pero en este caso bípedas [término usado para distinguir a las personas sin dificultades de movilidad de las que sí las tienen], con cuerpos normalizados. [Pausa] No sabría decir si normalizados, porque precisamente trabajamos por huir de esa normalización. Pero en fin, bípedas. Y he trabajado con bailarines con y sin discapacidad en talleres, en clases y en algún espectáculo de lo que se llama danza comunitaria. Hablar del mundo de la discapacidad y de la danza va de la mano, porque mi contacto más directo es a través de la danza, el modo en que se trata estas personas en las clases, cómo las tratan sus compañeros, los profesores, cómo las tratan sus directores de escena… Esto ha sido en los últimos seis años, desde que llegué a Barcelona, cuando el movimiento de la danza inclusiva, en la que participan cuerpos diversos y no diversos, es un boom.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Emmanuel Carrère da su visión del retrato del sexo en la literatura

La principal transgresión, el principal tabú que transgredimos es escribir y hablar sobre sexo. Por razones que no veo claras, por razones oscuras, no sé por qué no podemos hablar de sexo de una manera más zen y más sana. Esto me lleva a pensar en algo que dijo Montaigne, que voy a citar de memoria: «¿Qué hizo la acción genital a los hombres, tan natural, necesaria y justa, para no osar hablar de ella sin avergonzarse, y para excluirla de las conversaciones serias?», y tampoco tengo la respuesta. Pero el sexo no es lo único con que se puede transgredir. Hay otros sentimientos que nos da vergüenza reconocer, como la envidia, que todos la vivimos en algún momento, o la mezquindad. Es difícil reconocer esos sentimientos, pero creo que es positivo hacerlo, porque también les hace bien a los demás verse reconocidos en esas maldades. Aun así, yo no siento ninguna afinidad por las obras literarias que hablan del sexo como algo oscuro, blasfemo, relacionado con la culpabilidad… como por ejemplo hace Bataille. Es un autor que odio. Tiene ese punto de vista como de cura, una forma imbécil de ver la sexualidad. Me horroriza ver el sexo así. Pero no pongas que considero a Bataille un imbécil, no es eso lo que digo [risas]. Solo que no estoy de acuerdo, siento una antipatía profunda hacia considerar el sexo como algo malo. Esa visión de él como algo pecaminoso.

Emmanuel Carrère se muestra desesperanzado sobre las fake news

«Preferimos creernos cualquier mentira que concuerde con nuestra opinión a interesarnos por una información veraz que la desmienta». Lo dijo en Limónov hace ocho años.

Mientras lo decías he pensado «qué cierto», hasta que has dicho que la cita es mía. Estoy de acuerdo conmigo mismo, algo que no siempre ocurre [risas]. La cuestión de las fake news es algo que me produce mucho interés, ahora mucho más. Ya lo dijo Philip K. Dick, que dio forma narrativa a esta realidad virtual y alternativa del mundo. Hoy vemos el problema, pero él ya lo anticipó, como una especie de profecía; vivimos en el mundo que él ya anticipó.

Ahora las fake news tienen una base y un afán de totalitarismo, lo que enlaza también con George Orwell y su análisis de cómo convenimos, socialmente, que ciertas cosas son ciertas. Por ejemplo, la comunidad científica tiene claros, más o menos, sus consensos. Pero cuando hablamos de ciencia comunista o nacionalista, entonces se destruye esa idea de una realidad común y deja de haber interés compartido. Eso creo que es el punto de partida de las fake news, algo que se está amplificando, y yo creo que será un fenómeno que seguirá expandiéndose. No creo que podamos hacer nada, además de reflexionar sobre el tema.

Lugares para narrar, según Miguel Ángel Hernádez

Cualquier territorio es susceptible de ser convertido en literatura. Ocurre que tenemos muchos prejuicios para narrar lo cercano. Parece que las grandes historias tienen que suceder en lugares alejados, o en grandes capitales. Y no siempre nos atrevemos a mirar lo que nos rodea con ojos literarios, tal vez por un miedo al localismo o al folclorismo. Pero todas las historias son locales. Un pueblo es un pueblo, una ciudad es una ciudad, y un suburbio es un suburbio en Estados Unidos y en Murcia. Y es precisamente en esa “localización” donde está la esencia de las historias. Porque la historia de El dolor de los demás no podría situarse en otro lugar. La Huerta es aquí un personaje más, que afecta los hechos y condiciona la existencia y el modo de ver y pensar de los personajes. Las historias no son intercambiables. Suceden en sitios y tiempos precisos. La Huerta de Murcia no es más ni menos novelable que una aldea de Kansas o un pueblo perdido de los Alpes suizos. Es un lugar. Y con eso basta.


Miguel Angel Hernandez se quiere parece a Paul Auster y a otros

—¿A qué escritor no le gustaría parecerse? Y, en todo caso, dígame los tres o cuatro nombres de escritores que nombra, incluso cuando sueña.
—No sé, no tengo contramodelos. Cualquiera que escribe un libro me merece respeto. Con la que está cayendo, es mejor escribir que robar. Cada escritor tiene sus lectores. Pero claro, no quisiera ser un escritor superficial que escribe para salir del paso. Me tomo la literatura en serio e intento dejarme la piel en lo que escribo. Prefiero pensar en los escritores que admiro. Y ahí me gustaría parecerme a Siri Hustvedt, a Paul Auster, a Don DeLillo, a Annie Ernaux o a Enrique Vila-Matas. Pero me parece que ya llego tarde. Así que me conformo con leerlos y disfrutar de sus libros.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Para Juan José Millas escribir tiene que ver con un asunto de culpa

Imagen relacionada—Cuando uno se proyecta como escritor, se declara al mismo tiempo culpable, aunque en ese momento no sea consciente de ello. Culpable de dejarlo para mañana, culpable de no hacerlo bien, culpable de no ser un genio, culpable de estar en la cama o enfrente de la tele en vez de frente al escritorio, culpable de no satisfacer tus expectativas ni las de quienes te quieren (o te odian), culpable de escribir a mano, de escribir a máquina, a ordenador, culpable de dictar, culpable de no leer lo suficiente, culpable de no ganar el Nobel. No hay ninguna otra actividad que produzca tanta culpa. Ni tanta desculpa, es cierto, cuando sacas adelante una buena página. 

—¿Constituye la escritura esa existencia alternativa para huir cuando la realidad nos emponzoña con sus venenos?

—No es un modo de huir, sino de sumergirse en ella. De vivir, quizá encapsulado, dentro de ella.

Juan Villoro opina sobre la independica de Cataluña

—¿Qué le parecería que Cataluña se independizara?
—Yo soy un soberanista. Creo que los pueblos deben decidir cuál es su destino. Creo que nadie debe estar obligado en un país. Pero también creo que conviene que no haya demasiados países. Sobran países en el mundo, sobran himnos, sobran fronteras, sobran banderas. Pero esto debe ser voluntario. Creo que España debe ser una confederación de naciones; son distintas naciones unidas en una y debe encontrar una articulación en donde puedan estar bien todos los españoles. Y en la medida en que soy soberanista creo que se debe respetar una legalidad. Entonces si de manera legal se puede decidir una transformación, hay que hacerlo. Pero estoy en contra de que una minoría imponga algo que no está pactado legalmente. Y sobre todo decisiones tan fuertes como una escisión, que desde mi punto de vista no debería ser por mayoría absoluta, sino por mayoría calificada; es decir, por dos terceras partes.

Juan Villoro habla sobre los editores

A Villoro lo acaba de reconocer la Federación de Gremios de Editores de España con el premio Liber 2019 al autor hispanoamericano más destacado, lo que le parece un acto de generosidad, en vista de que se reconoce a autores de la otra orilla del Atlántico. “Muchas veces”, considera, “se piensa que los editores toman la precaución de no leer los libros que publican para no comprometerse; pero extrañamente hay editores que sí leen, y la idea de este premio es justamente que los editores manifiesten su gusto. Para mí recibirlo es una señal de que hay interés por lo que se está haciendo en México y en América Latina, con la lengua española como puente, a tal grado que yo creo que en el futuro se llamará «idioma hispanoamericano», pues me parece un regionalismo exagerado que siga siendo llamado «español», cuando hace más de doscientos años que los países de América Latina están contribuyendo con notables variantes al idioma y, por ejemplo, hoy en día uno de cada cinco hispanohablantes es mexicano”.

Texto de C. Rubio Rosell