Hacia 1946 entré a formar parte del grupo de amigos de mi hermano Miguel, pero rompí con ellos el día en que decidieron asaltar una iglesia protestante. A mí me parecía una barbaridad. Así que pasé luego dos años solo, hasta que constituí una fratría con Aldecoa y el grupo Arte Nuevo, que eran Alfonso Sastre, José María de Quinto, Medardo Fraile, algo más tarde Fernández Santos... En la pensión de Aldecoa, hacia 1951, comencé a leerles lo que llevaba escrito de Alfanhuí. Siendo casi todos hombres de teatro, tenían una admiración grande por Jardiel Poncela y empezaron a sentarse con él, pero a mí me parecía el ser más odioso, arbitrario y estúpido que se pueda imaginar, de modo que también me retiré bastante de ellos.
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