«Un escéptico es alguien que lejos de aceptar todo lo que se le dice, o lo primero que le viene a la mente, duda. [En] cambio, el dogmático se aferra a lo que considera sabiduría heredada infalible. [La] marca distintiva del escéptico es el escrutinio, en tanto que las del dogmático son la aceptación ciega y un igualmente ciego rechazo. [El] dudar no es algo que nos venga naturalmente. Tan es así que, al parecer, la duda era desconocida en las sociedades primitivas, en las que se daba igual mérito a los mitos menos verosímiles que al conocimiento más sólido».
«Algunos escépticos son más tolerantes que otros a opiniones y prácticas diferentes de las propias. Tal diversidad es comprensible, ya que diferentes personas poseen diferentes formaciones, puntos de vista, intereses y metas. Y esta diversidad es un mérito del movimiento escéptico. Por cierto, esta tolerancia da lugar a ideas nuevas y audaces, a la vez que estimula su debate racional».
«Ptolomeo, Bacon, Hume, Kant, Comte, Mach, Mili y Popper confiaban en los datos empíricos, pero eran escépticos radicales con respecto a las hipótesis generales. En particular, Hume creía que el enigma mente-cuerpo jamás sería resuelto; y Kant sostenía que la psicología nunca se convertiría en ciencia. En cuanto a Popper, aunque no dudaba de la existencia del mundo exterior, sostenía que las leyes científicas eran, en el mejor de los casos, conjeturas aún no refutadas, en nada mejores que las fantasías seudocientíficas jamás puestas a prueba. [Era] un empirista de salón, aun cuando se llamaba a sí mismo racionalista crítico; y no practicaba su propio precepto metodológico: proponer las hipótesis más audaces».
«El escepticismo radical no alienta la crítica constructiva. La filosofía de Karl Popper, el filósofo escéptico más famoso del siglo XX, es un ejemplo de ello. El grueso de la filosofía de Popper se comprende mejor si se la considera caracterizada por la negación: las palabras no importan; evita («como a la plaga») discutir el significado de las palabras; las creencias no son importantes; el conocimiento no depende de quien conoce; jamás hagas preguntas del tipo «¿Qué es…?» o «¿Cómo sabes…?»; no hay propiedades esenciales; nunca confirmamos: sólo podemos fracasar en el intento de refutar; jamás intentes justificar; podemos conocer la falsedad, mas no la verdad; en asuntos de conocimiento, lo improbable es preferible a lo probable; no hay método científico más allá de la prueba y el error; evita la ciencia normal; …»
«Algunos escépticos son más tolerantes que otros a opiniones y prácticas diferentes de las propias. Tal diversidad es comprensible, ya que diferentes personas poseen diferentes formaciones, puntos de vista, intereses y metas. Y esta diversidad es un mérito del movimiento escéptico. Por cierto, esta tolerancia da lugar a ideas nuevas y audaces, a la vez que estimula su debate racional».
«Ptolomeo, Bacon, Hume, Kant, Comte, Mach, Mili y Popper confiaban en los datos empíricos, pero eran escépticos radicales con respecto a las hipótesis generales. En particular, Hume creía que el enigma mente-cuerpo jamás sería resuelto; y Kant sostenía que la psicología nunca se convertiría en ciencia. En cuanto a Popper, aunque no dudaba de la existencia del mundo exterior, sostenía que las leyes científicas eran, en el mejor de los casos, conjeturas aún no refutadas, en nada mejores que las fantasías seudocientíficas jamás puestas a prueba. [Era] un empirista de salón, aun cuando se llamaba a sí mismo racionalista crítico; y no practicaba su propio precepto metodológico: proponer las hipótesis más audaces».
«El escepticismo radical no alienta la crítica constructiva. La filosofía de Karl Popper, el filósofo escéptico más famoso del siglo XX, es un ejemplo de ello. El grueso de la filosofía de Popper se comprende mejor si se la considera caracterizada por la negación: las palabras no importan; evita («como a la plaga») discutir el significado de las palabras; las creencias no son importantes; el conocimiento no depende de quien conoce; jamás hagas preguntas del tipo «¿Qué es…?» o «¿Cómo sabes…?»; no hay propiedades esenciales; nunca confirmamos: sólo podemos fracasar en el intento de refutar; jamás intentes justificar; podemos conocer la falsedad, mas no la verdad; en asuntos de conocimiento, lo improbable es preferible a lo probable; no hay método científico más allá de la prueba y el error; evita la ciencia normal; …»
Fuente:
Crisis y reconstrucción de la filosofía», Editorial Gedisa (2002)
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