Si la psicología tiene que ser una ciencia, si el conocimiento adquirido a través de la investigación psicológica tiene que poseer las mismas características y cualidades que el conocimiento que proporcionan las llamadas ciencias físicas, la investigación en psicología deberá someterse a todas y cada una de las condiciones sin excepción alguna.
Es un alto precio y no todos están dispuestos a pagarlo; posiblemente por ello, muchos han seguido el camino de mantener la etiqueta «Ciencia» y cambiar, a su antojo, el contenido del frasco. Si dentro de una botella vacía de buen coñac francés vertemos coñac a granel de procedencia dudosa, al mostrar, con un poco de dramatismo, la botella a nuestros invitados, causaremos una gran impresión en aquellos a quienes no les guste el coñac y, por tanto, no lo prueben, pero también en los que posean un paladar poco discriminativo, sean fácilmente influenciables o no hayan saboreado nunca el verdadero coñac francés. Sin embargo, no por colocar un coñac de baja calidad en una botella que no le corresponde cambiamos sus propiedades físicas y los auténticos «connaisseurs» se darán cuenta del fraude de inmediato.
Por desgracia, en nuestro paupérrimo mundo psicológico, aparte del elevado número de abstemios, la mayoría solo conoce de oídas el coñac francés, y aunque algunos han tenido ocasión de contemplar sus atractivos anuncios en revistas extranjeras de limitada circulación, son muy escasos los que lo han probado. Por tanto, el riesgo de que se descubra la superchería es, en general, escaso mientras mostremos la botella con entusiasmo y afirmemos que se trata de la bebida preferida del genio psicológico de moda.
Ramón Bayés, Una introducción al método científico en psicología.
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