domingo, 27 de octubre de 2019

Luis Goytisolo opina de la Biblia como texto literario.

Los diversos libros que integran la Biblia, empezando por el Génesis, tienen un carácter eminentemente mítico y lejano a modo de un fresco perdido casi en las alturas. Literariamente, no alcanzan la perfección formal de las epopeyas de Homero o de Virgilio, pero su vigor expresivo y su absolutismo conceptual hacen de ellos obras de calidad literaria en modo alguno inferior, y de carácter no menos singular. Y resulta curioso observar que el dios creador que se nos presenta se muestra con frecuencia no mucho más omnipotente que los dioses olímpicos ni más ejemplar en su conducta, frecuentemente caprichosa y arbitraria...

(Citando pasajes de Sanson, como se narra en Libro de los Jueces)

Lo que hace de los Evangelios un texto más cargado de vida que los pertenecientes al Antiguo Testamento es en parte consecuencia de la exposición, adecuadamente articulada, de los tres años de vida pública de Jesucristo, un tipo de relato de mejor asimilación que los escuetos y con frecuencia incoherentes resúmenes que en las historias bíblicas sirven para poner al lector al corriente del argumento propiamente dicho.

 Pero la clave de que el relato evangélico nos resulte mucho más próximo reside en el comportamiento humano de sus protagonistas por una parte y en el tono cotidiano con que se nos describen sus respectivos quehaceres por otra. Lejos de las reacciones frecuentemente despóticas de Jehová, el Jesucristo de los Evangelios parece dudar en ocasiones de su condición divina y no sin angustia se resigna al doloroso vía crucis que le aguarda. Experiencia en verdad impropia de un dios omnipotente. Aquí, hasta los milagros reseñados suelen ser de carácter práctico, la solución de un concreto problema personal, feliz prodigio sin relación alguna con los arrebatos y aniquilaciones que tanto se prodigan en las páginas de la Biblia. El milagro evangélico más bien hace pensar en las maravillosas transformaciones y sorprendentes golpes de efecto de un mago o prestidigitador.


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La naturaleza de la novela. Luis Goytisolo. Anagrama 2013-2014

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