Primero hay una cosa ideológica. Es la solidaridad radical con los perdedores y con los sufrientes. La madre rusa es la patria sufriente para esos narradores y discuten sobre ella todo el tiempo. Hay una discusión sobre el alma rusa. Todo el tiempo. Guerra y paz comienza hablada en francés. Es la discusión de la literatura rusa mirando hacia París. Por otro lado la discusión que tenía Dostoievski sobre una literatura nacional. Si tensás un poco la cuerda vas a llegar a Gramsci, y la cuestión de las literaturas mayores y menores que planteaba Kafka, el primero en hablar de esto. Entonces, ahí hay una literatura nacional y hay también una responsabilidad ante el otro, y una búsqueda también de lo sagrado en esa responsabilidad hacia el otro. Pensemos, no tanto en Chejov que tal vez porque era médico era más racional, sino en Tolstoi y Dostoyevski, que ambos a su manera eran religiosos. Y por otro lado la literatura rusa es el espejo de la norteamericana, para mí hay dos grandes literaturas del siglo XIX y XX que son la rusa y la norteamericana. Vos podés poner de un lado a Tolstoi y Dostoyevski, y del otro a Whitman y Melville, y ahí tenés dos naciones que se están construyendo, dos territorios que se están fundando, con vastos espacios que no pueden ser comprendidos ni abarcados.
Entonces, ¿qué es ser un intelectual ruso, o norteamericano? ¿Qué es ser un intelectual argentino? Depende de dónde te ubiques. Un intelectual sanjuanino, uno mendocino, pensemos en Saer, en Moyano. Pavese decía que una literatura con nervio es una literatura provinciana. Toda nuestra literatura viene del interior, digamos. Castillo, Briante, Walsh, Puig. Vienen de un lugar ignoto, humillado. Parten ya de menos cero. Esto lo plantea Borges. Al no tener una gran tradición literaria (ahora sí la tenemos) tenés toda la biblioteca del planeta para jugar. Por eso Borges puede hacer Historia Universal de la Infamia a partir de Marcel Schwob.
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