viernes, 20 de septiembre de 2019

Marcelo Cohen: William Burroughs y el cut-up


Para William Burroughs la palabra era literalmente un organismo vírico, un agente físico de reproducción de contenidos. El virus se expresaba en el sujeto huésped en forma de dependencia de las líneas, un fenómeno medular, comparable a la adicción a la heroína, que afectaba a toda la civilización y a cada conciencia. Burroughs detectó la relación íntima entre la narrativa lineal de nudos y desenlaces, la serie aguja-droga-vena y la serie del tipo Dios-país-clan-familia-matrimonio-Yo, que cristalizaba en el gran relato de la consumación de la historia, cristiana o revolucionaria. De modo que rehizo la novela como arma para reventar la conciencia, derramarla en múltiples planos e incorporar a la mente todo lo que el automatismo de la línea le impide experimentar. El dispositivo clave de la operación es el hoy famoso cut-up, un sistema de corte del párrafo o la página para pegar los fragmentos en otro orden, luego enriquecido con pedazos de textos de todo tipo, propios, citados o robados, una suerte de collage verbal, y más tarde practicado con cintas de grabador. El párrafo poliédrico dispondría la conciencia a captar los planos múltiples y cruzados de cada situación; a reemplazar la sucesión por la sincronía. Burroughs se proponía nada menos que suplantar la rigidez del tiempo por la heterogeneidad del espacio. En la novela instalación que puso a punto y haría escuela caben el ensayo telegráfico y una mitología del humor sedicioso: la Máquina Blanda, los gánsteres galácticos, el Chico Subliminal, la interzona.



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Cohen Marcelo - Notas Sobre La Literatura Y El Sonido De Las Cosas. 
MalPaso ediciones.

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