domingo, 15 de septiembre de 2019

Jorge Enrique Adoum, Carpentier y Scorza sobre las entrevistas.



Resultado de imagen para jorge enrique adoumOtros recuerdos son más amables. Conversábamos los tres: Carpentier, Manuel Scorza y yo— sobre la injusticia, generalmente admitida, en el caso de las entrevistas. (Tengo, casi, la certeza de que esa conversación surgió a propósito de El olor de la guayaba, libro de García Márquez firmado por Plinio Apuleyo Mendoza). Estábamos de acuerdo en que el trabajo del periodista se limita a concebir cinco, diez o veinte preguntas, según, y quien desarrolla las respuestas es el entrevistado. Y mientras que preguntar es impune, responder supone adquirir o declarar un compromiso, firmado con alguien o con algo. Y no solo el mérito, sino también el dinero por concepto de derechos o de regalías, lo recibe el que averigua.

Hay además, en la mayor parte de los casos, la cuestión del tiempo empleado en preguntar comparado con las horas o días que exigen las respuestas, más aún si veníamos negándonos a conceder entrevistas grabadas, salvo en casos excepcionales, y las escribíamos: “De paso uno corrige las faltas de ortografía del periodista”, dijo Manuel.

 Alejo recordaba, además, la carta que suele acompañar al interrogatorio. en la que el remitente “quisiera que me envíe sus libros, si es posible con una dedicatoria, para un estudio exhaustivo de su obra”. Por eso añadió Scorza, desde hacía un año pedía mil dólares por entrevista. Le pregunté cuántas había concedido en un año. “Ni una”. contestó riendo.




Obras (in)completas. Jorge Enrique Adoum. Volumen 4: testimonio. Página 147

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