
Hay además, en la mayor parte
de los casos, la cuestión del tiempo empleado en preguntar comparado con las horas
o días que exigen las respuestas, más aún si veníamos negándonos a conceder
entrevistas grabadas, salvo en casos excepcionales, y las escribíamos: “De paso
uno corrige las faltas de ortografía del periodista”, dijo Manuel.
Alejo recordaba,
además, la carta que suele acompañar al interrogatorio. en la que el remitente “quisiera
que me envíe sus libros, si es posible con una dedicatoria, para un estudio
exhaustivo de su obra”. Por eso añadió Scorza, desde hacía un año pedía mil
dólares por entrevista. Le pregunté cuántas había concedido en un año. “Ni una”.
contestó riendo.
Obras (in)completas. Jorge Enrique Adoum. Volumen 4: testimonio. Página 147
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