- Inaccesible, extraña e iracunda. Una mujer tan celosa de su intimidad y tan increíblemente malhumorada que terminó convirtiéndose en su peor enemiga. Tormentosa, excéntrica, polémica. De sexualidad ambigua fruto de una infancia llena de carencias emocionales no resueltas. Talentosa, sí, pero también desorbitada, impúdica y tan rencorosa que sus novelas están impregnadas por la crueldad y el deseo de venganza. Nada femenina. Nada estable. Conclusión: una nota a pie de página en la narrativa del siglo XX. Este fue el diagnóstico que la crítica hizo sobre la personalidad de Christina Stead (Sídney, 1902-1983) y ese su veredicto. Qué peso tuvo en ello su condición de mujer es complicado de saber.
- Jonathan Franzen, el defensor más sonado de su obra, insinúa que la posible razón por la que Stead permaneció excluida del canon durante tanto tiempo es que su ambición no fue la de escribir “como una mujer”, sino “como un hombre”, una posición que debió incomodar a ambas partes, por lo que supone escapar del territorio asignado como propio para entrar en el considerado como ajeno.
- Stead fue una escritora marginal en muchos sentidos: por el tipo de libros que escribió, por la actitud que tomó ante su profesión y también por sus propios orígenes.
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Fuente:
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Pd: amo las comparaciones, Sara Mesa toma el señalamiento de Louise Yelin:
Compara a Christina Stead, con Doris Lessing y Nadine Gordimer "las tres se sitúan en la intersección de lo colonial y lo poscolonial, lo moderno y lo posmoderno, además de la frontera que de por sí establece el género –fueron mujeres blancas que nacieron y crecieron en colonias o excolonias británicas".
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