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La primera vez que escuché el término “gula intelectual” fue el 10 de diciembre del 2019. Mientras ocurría la inauguración de la librería del F.C.E en Guayaquil.* Una mujer mencionaba que, al viajar mucho, regalaba muchos libros. No se quedaría con ninguno de los libros que comprara ese día, excepto los que le servirían para su cátedra.
La primera vez que escuché el término “gula intelectual” fue el 10 de diciembre del 2019. Mientras ocurría la inauguración de la librería del F.C.E en Guayaquil.* Una mujer mencionaba que, al viajar mucho, regalaba muchos libros. No se quedaría con ninguno de los libros que comprara ese día, excepto los que le servirían para su cátedra.
Cuando busqué
en Google: “gula intelectual” el primer resultado me envíaba a un artículo
titulado: “¿Estaré experimentando gula intelectual? Primera Parte”. Era una
página religiosa y el artículo trataba sobre un sacerdote contestando unas
dudas. La idea que tenían ahí no se acercaba a la que noté ese día. Hablaban de
la gula intelectual como una virtud, pues la persona que pedía el consejo del
sacerdote decía que tenía unas ganas inmensas de saber sobre su fe. Engloba, el
sacerdote John Bartunek en su respuesta, que puede darse dos pasos:
1. Informarse.
2. Profundizar.
En el sentido
despectivo que lo usaba la profesora esta gula viene a ser una acumulación,
algo que termina por no producir o reproducirse. Quizá también refería a la no
expansión o divulgación de esa información que guardamos en nuestra biblioteca,
pues es estática. Es un no-formar, no un informarles.
¿Pude haber
estado cayendo en este lado despectivo? Por supuesto, y para un hombre que dice
que el texto “El bibliómano ignorante” está entre los libros que más le han
influido, duele. Eso sí, me jacto de al menos leer las primeras páginas de
cualquier libro, y ojear los que sé que me tomará mucho reflexionar. Pero aún
estoy lejos de que aquello se convierta en un brindis con otros sobre la pasión
de aprender.
Pero hay
salvación para todos, siguiendo lo propuesto por Bartunek: hay que profundizar.
Es ahí donde se caerá en una gula posible, salvable, bien vista. En aquella uno
puede brindar a los otros, como un pingüino que regurgita su alimento para
dárselo a las crías. Añado, que mi
interés es que mi biblioteca quede como única herencia a mis hijos, si es que
los tengo. El conocimiento compartido
entra en el juego de la comunicación posible, en la retroalimentación ¿qué no
vi del texto? Siempre queda demasiado fuera de nuestras observaciones.
En esta
posición amable me privo de ver rostros difusos, digo. Recuerdo el documental Behind
the Curve, la enorme biblioteca de uno de los terraplanistas solo me trajo a mi
cabeza la idea de “vacio conceptual”, entendido desde mi posición como
construcción de formas sin fondo, un anillo en vez de un plato. Creo que
hay dos formas de caer en esto, la
primera que es más común. Tener una biblioteca que no se usa (un plato con sopa
en el que no se la come) y por otro lado tener una “biblioteca errónea”. En
este punto aclararé que mi posición es pro-ciencia, así que desde ahí asumiría
lo erróneo de su catálogo, pura investigación pseudocientífica sobre
conspiraciones y tierra plana. No estoy en la labor de buscar las perlas entre
el lodo, es una frase que he usado estos días.
Sería mejor acercarse a cosas que están predispuestas a la claridad y a
buscar ser contrastadas, el no tener una
formación mayor en un área de la ciencia dificultaría también que identifique
esas perlas. Es lamentable, pero no todos somos buenos en todo. Uno busca
adiestrarse en lo que puede o quiere con mayor o menor tino. Carente es mi
biblioteca de libros sobre aviación o cuidado del ganado, no por ello
desmerezco su valor. Y siendo tan respetuoso de esas áreas dejo a los que la
aman con ella.
Poniéndonos es
comparaciones alimenticias, hay cosas que no me voy a comer porque no son para
mí paladar. La glotonería intelectual puede tener caras negativas que se ven en
estas grandes montañas de basura que dicho ser humano ocupaba en casa. No me
privo de uno que otro manjar chatarrero, hacen bien. Integrar toda mi
degustación intelectual a campos basura solo me harían inmundo. Nuestra
posición frente a qué leer o qué debe estar en nuestra biblioteca debe ser
ética.
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