sábado, 15 de febrero de 2020

La Gula intelectual

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Publicación sujeta a cambios. Se agradece las observaciones y/o correcciones.

La primera vez que escuché el término “gula intelectual” fue el 10 de diciembre del 2019. Mientras ocurría la inauguración de la librería del F.C.E en Guayaquil.* Una mujer mencionaba que, al viajar mucho, regalaba muchos libros. No se quedaría con ninguno de los libros que comprara ese día, excepto los que le servirían para su cátedra.

Cuando busqué en Google: “gula intelectual” el primer resultado me envíaba a un artículo titulado: “¿Estaré experimentando gula intelectual? Primera Parte”. Era una página religiosa y el artículo trataba sobre un sacerdote contestando unas dudas. La idea que tenían ahí no se acercaba a la que noté ese día. Hablaban de la gula intelectual como una virtud, pues la persona que pedía el consejo del sacerdote decía que tenía unas ganas inmensas de saber sobre su fe. Engloba, el sacerdote John Bartunek en su respuesta, que puede darse dos pasos:
1.      Informarse.
2.      Profundizar. 
En el sentido despectivo que lo usaba la profesora esta gula viene a ser una acumulación, algo que termina por no producir o reproducirse. Quizá también refería a la no expansión o divulgación de esa información que guardamos en nuestra biblioteca, pues es estática. Es un no-formar, no un informarles.

¿Pude haber estado cayendo en este lado despectivo? Por supuesto, y para un hombre que dice que el texto “El bibliómano ignorante” está entre los libros que más le han influido, duele. Eso sí, me jacto de al menos leer las primeras páginas de cualquier libro, y ojear los que sé que me tomará mucho reflexionar. Pero aún estoy lejos de que aquello se convierta en un brindis con otros sobre la pasión de aprender.

Pero hay salvación para todos, siguiendo lo propuesto por Bartunek: hay que profundizar. Es ahí donde se caerá en una gula posible, salvable, bien vista. En aquella uno puede brindar a los otros, como un pingüino que regurgita su alimento para dárselo a las crías.  Añado, que mi interés es que mi biblioteca quede como única herencia a mis hijos, si es que los tengo.  El conocimiento compartido entra en el juego de la comunicación posible, en la retroalimentación ¿qué no vi del texto? Siempre queda demasiado fuera de nuestras observaciones.

En esta posición amable me privo de ver rostros difusos, digo. Recuerdo el documental Behind the Curve, la enorme biblioteca de uno de los terraplanistas solo me trajo a mi cabeza la idea de “vacio conceptual”, entendido desde mi posición como construcción de formas sin fondo, un anillo en vez de un plato. Creo que hay  dos formas de caer en esto, la primera que es más común. Tener una biblioteca que no se usa (un plato con sopa en el que no se la come) y por otro lado tener una “biblioteca errónea”. En este punto aclararé que mi posición es pro-ciencia, así que desde ahí asumiría lo erróneo de su catálogo, pura investigación pseudocientífica sobre conspiraciones y tierra plana. No estoy en la labor de buscar las perlas entre el lodo, es una frase que he usado estos días.  Sería mejor acercarse a cosas que están predispuestas a la claridad y a buscar ser contrastadas, el no  tener una formación mayor en un área de la ciencia dificultaría también que identifique esas perlas. Es lamentable, pero no todos somos buenos en todo. Uno busca adiestrarse en lo que puede o quiere con mayor o menor tino. Carente es mi biblioteca de libros sobre aviación o cuidado del ganado, no por ello desmerezco su valor. Y siendo tan respetuoso de esas áreas dejo a los que la aman con ella.  

Poniéndonos es comparaciones alimenticias, hay cosas que no me voy a comer porque no son para mí paladar. La glotonería intelectual puede tener caras negativas que se ven en estas grandes montañas de basura que dicho ser humano ocupaba en casa. No me privo de uno que otro manjar chatarrero, hacen bien. Integrar toda mi degustación intelectual a campos basura solo me harían inmundo. Nuestra posición frente a qué leer o qué debe estar en nuestra biblioteca debe ser ética.


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*Sé que me había planteado escribir una columna semanal, pero me invadieron otros asuntos. 




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