...no soy, en realidad, un hombre poco sociable. Me gusta tratar con los niños,
con los campesinos, con la gente de mar, etcétera, y siempre se me puede
encontrar empinando el codo en las tabernas de marineros. Pero siento un horror
enorme ante esos lugares a los que se accede con guantes blancos o palabras
selectas y, desde hace dos años, me mantengo estrictamente alejado de toda «vida
social». Durante la semana trabajo en una pequeña librería de viejo; por las
noches leo o juego al billar, y los domingos me pierdo en alguna
que otra montaña o valle, siempre en solitario. Me acostumbré a ciertos
caprichos literarios ocasionales, pero como cosa secundaria.
*
Hasta
ahora me he librado totalmente de cualquier éxito literario. Mis libritos yacen en las casas editoras, empaquetados en hatillos. Eso me molestó en alguna
que otra ocasión, pero jamás enturbió mi alma, porque sé bien que soy un tipo
raro que nada tiene que decir al mundo. Para convertirme en folletinista soy en
parte demasiado torpe, en parte demasiado orgulloso y, en parte también,
demasiado perezoso. La creación, para mí, es siempre goce, nunca trabajo. No
obstante, de vez en cuando tengo que hacer cosas de ese tipo para ganarme la
vida.
*
Olvidé decir que, en mi insociabilidad, hago siempre una excepción con los artistas plásticos (pintores y arquitectos). En sus talleres, donde huele a pintura y a trabajo creativo, donde cuelgan los planos o las carpetas con estudios,[33] me siento siempre a gusto. Por el contrario, tengo cierta aversión por los literatos, los actores y los músicos. Los pintores hablan siempre de la naturaleza; los demás, únicamente de sus obras o de algún que otro colega al que envidian.
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Olvidé decir que, en mi insociabilidad, hago siempre una excepción con los artistas plásticos (pintores y arquitectos). En sus talleres, donde huele a pintura y a trabajo creativo, donde cuelgan los planos o las carpetas con estudios,[33] me siento siempre a gusto. Por el contrario, tengo cierta aversión por los literatos, los actores y los músicos. Los pintores hablan siempre de la naturaleza; los demás, únicamente de sus obras o de algún que otro colega al que envidian.
Fuente:
Zweig Stefan Y Hesse Hermann - Correspondencia. Acantilado.
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