Ayer, en su charla, repitió la anécdota sobre Charles Dickens que contó cuando recibió el Premio FIL. En ella, Dickens recibía una carta de una enana que se sentía ofendida por uno de sus personajes, y él acababa cambiando el texto para no herirla. Algo muy actual hoy en día. ¿Existe el derecho a no ser ofendido?
No creo que exista el derecho a no ser ofendido. Eso sí: es cierto que internet ofrece la posibilidad de que eso ocurra a mayor escala que antes. Todos podemos decir de todo sobre cualquiera. Se ha colocado un altavoz enorme y se ha sobredimensionado la posibilidad tanto de ofender como de ser ofendido.
¿Qué responsabilidad tiene un escritor cuando eso ocurre, cuando ofende escribiendo algo?
Es un dilema clásico, aunque ahora pueda verse resucitado y esté más presente. Cuando uno es escritor, cuando pone su nombre a una publicación, está asumiendo una responsabilidad sobre lo que dice. No es lo mismo eso que un comentario en internet, que puede resultar completamente dañino, ordinario u ofensivo a muchos niveles. Personalmente, creo que ser escritor no mengua en absoluto la responsabilidad de no ofender. Y en el caso de que lo haga, de que algo de lo que diga ofenda, debe asumirlo también. Ser escritores no nos confiere un derecho adicional a ser ofensivos. Pero si corremos ese riesgo hay que asumir la responsabilidad.
Es decir, que también habría retirado al personaje, como Dickens.
Quiero pensar que sí, por eso cuento la anécdota. Pero no me atrevo a asegurarlo. [Risas]
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