Sí, porque es un término más amplio. Porque yo gótica, gótica, no soy. No escribo a la manera de Mary Shelley y toda esa línea, lo mío es más de Bierce y de los contemporáneos. Aunque mis temas sean clásicos, los trato de otra manera. Hago reverdecer ciertos temas con una mirada contemporánea, pero desde luego no me considero una gótica. No me importa que lo digan, pero creo que decirlo va un poco en detrimento de la literatura. Como decir «ahí están los góticos, mira qué monos, jaja». En su rinconcito. Y eso no es así. No debes dejar que te encasillen de esa manera tan cruel, porque es como una cuota. Como la de las mujeres, que ahora, afortunadamente, la sociedad se está poniendo las pilas muy fuerte gracias a que las mujeres han dicho que basta ya. La literatura fantástica siempre ha sido barrida en España, curiosamente, por la literatura de género negro, cultivada por personas muy relevantes, con raíces en Dashiell Hammett y demás. Pero se ha popularizado tanto y se ha vuelto tan de masas que se ha desvirtuado muchísimo, y en ese desvirtuarse ha arrastrado a muchos. Ahora están surgiendo, de una manera descontrolada, una literatura de ciencia ficción que ya no es Asimov ni Stanisław Lem… Hay cosas que están muy bien, pero: si ahí hay cosas que están bien, y en el la literatura negra también, ¿por qué no se tiene en cuenta la fantástica? Porque estamos jugando aquí, ¿a qué? ¿A que la única literatura solvente sea la de la guerra civil y la de las madres hablando con las hijas y con las nietas de la memoria histórica…? Que me parece muy bien, eh. Pero la literatura no es solo eso, es mucho más.
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