Antes de que podamos hablar del verdadero cambio del personaje y de cómo producirlo, hemos de tener una idea de lo que es cambiar. Y para hacer eso hemos de preguntarnos: ¿Cuál es el propósito del yo en el arte de la narración? Un personaje es un yo ficticio creado para mostrar simultáneamente y de infinitas maneras cómo todo ser humano es completamente único pero eternamente humano y está dotado de unos rasgos que todos compartimos. Este yo ficticio se define mediante sus acciones, en el espacio y en el tiempo y después se compara con los demás, a fin de mostrar cómo puede vivir una persona, correcta o incorrectamente, y cómo puede una persona evolucionar en el transcurso de una vida. No es de extrañar que no exista un concepto monolítico del yo en la historia de las historias. He aquí algunas de las maneras más importantes de analizar el yo: –Una personalidad única, gobernada internamente por una mano de hierro.
Este yo se halla apartado claramente de los demás pero va en busca de su «destino». Para eso ha nacido el yo, según sus aptitudes más profundas.
Este sentido del yo es común en las historias de los mitos que suelen hablar de un héroe guerrero. –Una personalidad única constituida por varias necesidades y deseos a menudo conflictivos. El yo tiene una urgencia enorme de conectar con los demás e incluso a veces de subsumir a otro. Este concepto del yo se encuentra en muchas historias, concretamente en el trabajo de dramaturgos modernos como Ibsen, Chéjov, Strindberg, O’Neill y Williams.
–Una serie de roles que la persona desempeña dependiendo de qué tipo de sociedad se lo exige en la época. Quizá, Twain sea el defensor más importante de esta visión. Creó las comedias de trueque Un yanqui en la corte del rey Arturo y El príncipe y el mendigo para demostrar que una persona está condicionada sobre todo por su posición en la sociedad. Pero incluso en Las aventuras de Huckleberry Finn y Tom Sawyer, Twain enfatiza el poder del papel que desempeñamos y cómo solemos convertirnos en lo que la sociedad dice que somos.
–Una flexible colección de imágenes tan desequilibradas, porosas, maleables, pobres y carentes de integridad que su forma puede cambiar radicalmente. Kafka, Borges y Faulkner son los escritores más importantes que han expresado este sentido tan flexible del yo. En la ficción popular vemos este tipo de yo en historias de terror, concretamente las historias de vampiros, de hombres gato y de hombres lobo. Aunque estas nociones del yo son muy diferentes, el propósito del cambio del personaje y las técnicas para realizarlo son prácticamente las mismas.
PUNTO CLAVE: El cambio de personaje no se produce al final de la historia, sino que ocurre al principio. Se hace factible al principio, según cómo hayamos planteado nuestra historia.
PUNTO CLAVE: Contaremos una historia sin pensar en un personaje principal como una persona fija y completada. Tenemos que pensar en nuestro protagonista dentro de un ámbito del cambio, un ámbito de posibilidades, desde el principio. Tenemos que determinar el ámbito del cambio del protagonista al comenzar el proceso de escritura, de lo contrario al protagonista le será imposible cambiar al final de la historia.
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Anatomía del Guión El arte de narrar en 22 pasos. John Truby. Alba editorial
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