“Veo a mi ciudad con ojos de extranjero”
Marcel Schwob.
¿Debo llamar a
esto columna o crónica? Quizá ninguno de los dos. Me limito a contar, que
definan otros. Me encuentro esperando el
bus en Balzar 16 y Pedro Pablo Gomez, tal como se alcanza a leer en un letrero
verde pegado en la casa de la esquina. Voy tarde respecto a la hora pactada, a
las 5 era la apertura del Fondo de Cultura Económica Miguel Donoso Pareja en
Manzana 14. Son las 6. Para ese momento tengo altas expectativas sobre el encuentro. La 120A me lleva
a un recorrido lleno de carteles sobre motores y aires acondicionados. La
música que suena es la de Juan Gabriel y en ciertas partes de la ciudad hay un
olor nauseabundo. Me cuestiono sobre un colegio llamado Rey David, pretende
enseñar valores cristianos; he escuchado demasiado sobre colegios que con
ciertas nociones rígidas. Estoy a punto
de adentrarme en otro contexto rígido: Universidad de las Artes. No, para eso falta. Los libros negros y rojos de la editorial tienden a ver el pasado, son tochos enormes especializados. Me pregunto cuántos de los que los compran los terminan de leer; me distraigo con la idea detrás del consumo de los textos.
Bajo por la avenida Quito y Alcedo, lo más cercano que me puede dejar el bus. Pregunto a un policía por un bus que me lleve al Malecón 2000. Parece que ninguno está pasando por ahí. Toca caminar y voy descubriendo la agitación de las fechas. No suele ser mi horario habitual de caza de libros, la inauguración lo amerita. También es algo con otro significado, voy con la intención de escribir lo que ahora leen. Debía tener una excusa mayor que libros a 30% de descuento.
Bajo por la avenida Quito y Alcedo, lo más cercano que me puede dejar el bus. Pregunto a un policía por un bus que me lleve al Malecón 2000. Parece que ninguno está pasando por ahí. Toca caminar y voy descubriendo la agitación de las fechas. No suele ser mi horario habitual de caza de libros, la inauguración lo amerita. También es algo con otro significado, voy con la intención de escribir lo que ahora leen. Debía tener una excusa mayor que libros a 30% de descuento.
Las calles
cercanas se comienzan a llenar de luces y figuras alusivas a las fechas
navideñas. No me distraigo más y me apuro, ¡hasta presentación hubo! No había
reflexionado sobre ello. Sí, es una inauguración y me imaginaba solo un lazo
abriendo la tienda. Esa cosa es una muy pequeña caja de cristal dentro de ese
edificio. Mi primer acercamiento es al estante de rebajas donde destacará la
colección Brevarias. Resaltan libros a 5 dólares y Librillos que se venden a un
dólar; no son tocados por nadie durante mi estancia, según mis ojos. También aparece un Marcel Schwob que terminaré
comprando.
Me encuentro
sudado, no quiero tocar ni ser tocado por nadie. Seguro es el olor a rancio.
Veo caras conocidas de otros eventos con libros, solo conocidas. Con el pasar
de los segundos apruebo solo indagar en los espacios menos concurridos. Las
conversaciones sobre títulos o autores son esperables, también sobre el precio.
Muchos quieren saber a cuánto le saldrá tal libro. Resulta que en los del F.C.E
si hay descuento, en otras editoriales no. Paco Ignacio Taibo II se pasea por
el lugar, es tan carismático como en los videos en los que lo he visto. Un gran
acierto que esté delante del gran buque. No cruzo palabras ni miradas, solo mi
atención al ver a un animal en su habitad natural.
Leeré luego
sus palabras recogidas por diario El Comercio:
"El
precio de los libros en Ecuador es insufrible, vamos a reducir más los precios
de nuestras librerías (aquí), en un 50 o un 60%, estamos firmando convenios
para reducir el costo del transporte". Parece ser que se dio la buena
labor de investigar o al menos le comentaron bien. Felicidad sería ver a
Ecuador producir los libros de editoriales extranjeras. Aunque muchas de ellas
tienen a Colombia para eso.
Ordena más
rebajas a pequeños libritos, ahora costarán 50 ctvs. Igual dudo que alguien
esté interesado en esos; hay poco interés en folletines que parecen hechos con
mala gana. El lugar se vuelve sofocante y mi maleta choca con muchas personas. Me
quedaré hasta el final. Ahí podré pasearme con la libertad merecida. La
selección de textos es amplia, destaca ver algunos libros que vi en el stand de
la dichosa editorial en la Filgye. Esta vez no están en la sección de rebaja.
Los grandes libros negros de la editorial siguen teniendo precios exorbitantes.
Me mantendré sujeto a las palabras del
bonachón, un día costarán 20 dólares o menos. Cerca mío un hombre le interroga
a una profesora chilena sobre la situación del país, cuál es su posición, a lo
que ella responde: “No soy adivina, soy chilena”, y la discusión continúa.
Me intereso
por la publicación “Tangente”, se
encuentra el número 4 y 5. Me encanta como ha sido la edición. Inesperada. Una
vez cazada continúo. Tengo planeado desde ese momento acercarme en futuras
ocasiones de descuento. Por políticas impulsadas por el propio Taibo, siempre
habrá descuento. La mayoría de títulos tienen precios que no podría permitirse
la mayoría de ciudadanos, por lo que esa iniciativa es una garantía y
compromiso de buscar que todos los públicos se acerquen. Teniendo en cuenta que
está emparentada con la universidad pública aún más la noción de “lectura para
todos” debe estar presente.
Por ahora me
persigue la inquietud estética por el espacio, me encantan las librerías
amplias en las que puedo pasear a mis anchas.
No creo que esté entre futuros planeas expandir el lugar, pero para lo
que ofrece es más que suficiente.
Los otros
textos que terminaré seleccionando son:
“La ingeniería
genética, la nueva biotecnología y la era genómica” de Francisco Xavier Soberón
Mainero.
“¿Existe el
método científico?” de Ruy Pérez Tamayo.
Me ha
despertado un repentino interés por explorar la ciencia. Ecuador no es un lugar
donde se la produzca o evidencia con frecuencia.
De camino a
casa, por la falta de buses, me tocará bajar calle tras calle. Las parejas se
multiplican y a veces la luz no es amiga de ninguno, suerte para esos. La preocupación es poca mientras exista gente.
Daré a una calle por donde pasa la 61;
“¿lleva a la estatal?” pregunto, y así ya sé que es la ruta adecuada. Deben ser
casi las 8 guiándome por la poca luz.
Los aguateros se suben de forma intempestiva. Y luego otros vendedores
ambulantes: “coco, tomate, cebolla; llévele el mango”, luego “chabelita a 50
ctvs”. Para cuando nos alejamos de lo considerado centro, otra vez silencios
hay.
Me quedo con
la experiencia de estar en una librería intuitiva, que te invita a acercarte a
los libros, explorarlos. Para nada una experiencia que ves en Librería Española
o Mr. Books, ahí los carteles tienen el claro indicador de “aquí buscar”, son
hasta más amenazantes. Habrá detractores de esta idea romántica, y también me
pongo de su parte, la mayoría a perdido el interés en el recorrido. Como último
deseo, quisiera que la sección de divulgación no estuviese para ser saludada
por mis pies y piernas.
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